Hoy nos marchamos a un 20 de abril de 1895. A una final que tiene mucha historia, más por el misterio que la envuelve que por el fútbol en sí. Pero historia al fin y al cabo.

Era la quinta vez que el West Bromwich Albion alcanzaba una final de la FA Cup. Su primera vez, en 1886, fue derrotado por el Blackburn Rovers (2-0). En 1887, el Aston Villa le impedía levantar el título al vencer también 2-0. Un año después, en 1888, el West Brom lograba, al fin, levantar la FA al imponerse (2-1) al Preston North End y en 1892 volvía a ser campeón tras ganar, de nuevo al Aston Villa, 3-0.

Los villanos, por su parte, era la tercera vez que llegaban a la final. Y era la tercera vez que iban a enfrentarse a los baggies por el preciado título de la FA Cup. Los mismos baggies a los que habían vencido en 1887 y que les habían derrotado en 1892.

Pero esta final iba a ser distinta a todas. Y no. No iba a ser precisamente un monumento al fútbol.
Un gol  a los 30 segundos de partido iba a dar su segunda FA al Aston Villa y a partir del pitido final iba a comenzar todo el misterio que siguió a esta ya legendaria final. El primero de ellos, este sí, relacionado con el fútbol, ronda sobre la autoría del goleador. Los reportes de la época dan el gol a Chatt, pero muchos son los que le otorgan el honor al capitán John Devey. El caso es que, fuera quien fuese, es hasta la fecha el gol más rápido en una final de la FA Cup.

La FA Cup había logrado instalarse como un prestigioso torneo que, edición a edición, iba ganando adeptos. Además, su formato se planteaba implantar, con modificaciones, en otros lugares. Aunque aún se mantenían algunos equipos amateurs, lo cierto es que el fútbol inglés había comenzado su proceso de profesionalización y aquello había comenzado a convertirse en algo muy serio.
El Little Tin Idol, como se bautizó al trofeo de la FA, se había convertido en una copa muy prestigiosa, anhelada por los equipos de las distintas categorías que se batían el cobre en el terreno de juego para conseguirla. La original, entregada por primera vez en 1872 a los míticos Wanderers, no volvería a verse nunca más después de aquella final que enfrentó al Aston Villa y al West Bromwich Albion en el Crystal Palace de Londres.

El logro de los villanos debía ser mostrado para que los aficionados disfrutaran de él. Para ello se pensó que el mejor lugar para exponerla era una tienda de material deportivo en Newtown Row (Birmingham) propiedad de William Shillcock. El Little Tin Idol fue visto por última vez el 11 de septiembre de 1895. Cuando William Shillcock regresó a su tienda a la mañana siguiente, el preciado trofeo ya no estaba.

Uno o quizá dos ladrones, entraron en la tienda a través del techo y, además de la copa se llevaron algunos chelines. Empezaron a correr  muchas versiones sobre un robo contra el cual la policía no pudo reunir demasiadas pistas. Al no poder hacer nada y a pesar de realizar algunas detenciones de ladrones de poca monta por los alrededores de Newtown, el caso se cerró.

El Aston Villa ofreció una recompensa de 10 libras para todo aquel que arrojara algo de luz sobre el suceso, pero la copa nunca apareció. La FA multó a los villanos con 25 libras esterlinas en concepto del trofeo, que había costado 20.

60 años después, The Sunday Pictorial publicaba una historia bajo el título «Soccer’s bigger riddle«, el domingo 23 de febrero de 1958. Un hombre de 80 años, llamado Henry James Burge confesaba ser el autor del famoso robo del Little Tin Idol. Burge, además, posaba para la ocasión en una fotografía demostrando como había entrado en la tienda con la ayuda de una palanca.

Burge confesó que junto a otros dos hombres, entraron en la tienda de Shillcock y se llevaron el trofeo y varios pares de botas. Confesó también que la misma noche que robaron la preciada FA, esta fue utilizada para hacer monedas falsas. Pero los informes de la época no concordaban con la historia de Burge para la policía de Birmingham.
Henry Burge era un ladrón de la época que había pasado la mayor parte de su vida en prisión acusado por robos de viviendas y de coches pero nunca se pudo probar que realmente fuese el autor del robo del Little Tin Idol. Cuando Burge salió de la cárcel en 1961, donde había ingresado nuevamente por robo, se retiró a una residencia de ancianos. Murió en septiembre de 1964.

El preciado trofeo, con la figura de un futbolista arriba, nunca apareció. Hay quien cree que todavía anda por ahí, quizá en una colección privada en cualquier rincón del mundo. El nuevo trofeo que se otorgó en 1896 al Sheffield Wednesday, fue realizado por los plateros de la fima Vaughan, que trabajaron a raíz de unas réplicas en miniatura del trofeo original que se habían entregado a cada uno de los jugadores de los Wolverhampton Wanderers después de ganar la final en 1893. Utilizado hasta 1910, fue adquirido en una subasta por David Gold, presidente del Birmingham, en mayo del 2005. Gold pagó 488.620 libras.

*La fotografía que encabeza esta historia es la de la entrada de la final de aquel día, encontrada en julio del 2008 en un viejo album de recortes. Costó en la época 12’5 libras esterlinas. Se vendió por más de 3.000.