Tras alternar -quizá en demasiadas ocasiones- semanas de
risas y llantos, el Barcelona nos dio un atracón de reír el domingo pasado en
el Bernabéu, donde se le subió a las barbas al Real y comprimió de nuevo la
majestuosa cumbre de la clasificación. Esta ambivalencia azulgrana empuja a
preguntarnos muchos por qués, uno de ellos es Sergio Busquets.
Demasiado acostumbrados estamos algunos a ponernos guapos
cada vez que Busi sale a colación, pero lo cierto es que esta temporada está
siendo probablemente la peor desde que le quitó el puesto del primer equipo a
un tal Touré Yayá con 20 añitos. Josep Guardiola, en un tremendo ejercicio de
arrogancia, apostó por aquel pivote de Badía que le había encandilado cuando
entrenaba al filial y decidió dar la manija del Barça a un chaval tan tímido
como escuálido. La adaptación de Busi fue de risa, dos partidos de críticas
desmesuradas a su mentor por relegar al banquillo a un pivote excelso como
Touré en favor del joven Sergio, lo que supuso dos baches consecutivos del equipo (en Soria y
Santander). Pep no se amedrantó y volvió a hacer un all-in con su tan
arriesgada apuesta, el resultado fue devastador: Busi se comió el campo y el
Barcelona le endosó un set en blanco a un Sporting de Gijón recién ascendido.
El resto ya es historia.
El hecho de que un mediocampista ofensivo como Song le sustituya sin apenas notarse habla por sí sólo
Desde aquel momento el nivel de Busquets soló ascendía y su
importancia en el equipo era cada vez más indispensable. El juego del Barcelona
exige una condición absolutamente innegociable: debe haber al menos un pivote
posicional. Busi cumplía el perfil a la perfección, jamás salía de zona y
robaba todo lo que pasaba cerca. Para más inri, presentaba una técnica
asombrosa teniendo en cuenta su casi metro noventa de altura, lo
que le provisionaba al equipo de un inicio de la jugada simple y preciso,
siempre eficaz. Eso era Busquets, un futbolista simple que no se complicaba un
pelo y no fallaba jamás, hasta el momento que empezó a desarrollar esa técnica
magnífica que lo catapultó a un primer nivel de pivotes defensivos.
¿Pero no íbamos a hablar mal de Busquets? Me resulta complicado.
El año de Busquets está dejando mucho que desear y no es ni mucho menos una
buena noticia para el Barcelona. El equipo que dirige Martino está teniendo un
nivel sorprendentemente intermitente y en gran medida es debido al nivel de
Busquets. Por descontado está que todos los jugadores están un escalón por
debajo desde que se fue Guardiola, el cual los sobreexigió hasta la
extenuación. Con Sergio no es una película diferente y en el plano físico está
flaqueando, se le ve más estático que las temporadas anteriores y su actitud
parece apática. El hecho de que un mediocampista ofensivo como Song le sustituya sin apenas
notarse habla por sí sólo.
Además del ámbito físico, estamos viendo a un Busquets
descentrado, fallón. Si algo tiene Busquets es que no falla un pase y este año
le hemos visto errar unos pocos. Su nivel ha menguado en demasía aunque incluso
al 70% sigue siendo un futbolista maravilloso. Mucho me temo que las opciones
del Barcelona para hacerse con los 3 títulos que le quedan se presentan complejísimas
si Busquets no levanta cabeza. Es el auténtico timón de este equipo, lejos de
lo que pueda parecer, y su especie es tan limitada que la situación se presume
alarmante.
Martino tiene aquí
otra operación que urge cirugía inmediata, habrá que ver cuantos incendios más
será capaz de apagar el rosarino. Lo que parece claro es que tanto fuego le
está quemando y su bandera blanca parece cada día más cerca de ondear.
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