
Sinceramente no me vale aquello de que ‘’lo fácil es ser del
Madrid’’. Mentira. Yo forjé mi madridismo en época de vacas flacas, la de
perder en Las Gaunas o en casa contra el Zaragoza y de ver la Copa de
Europa como algo lejano, imposible. Pero por algo que está muy adentro, te
sientes atraído por un equipo, te identificas con un esfuerzo y con toda una
tradición de valores. Podrías haber sido de cualquier club y sin embargo das la
vida por los vikingos.

Madridista es respetar al contrario, es dignidad, es orgullo, es
esfuerzo, superación y compañerismo. Ser madridista es emocionarse con el gol
de Mijatovic, es que se salten las lágrimas viendo a Juanito abandonar el
Bernabéu en la remontada ante el Anderlecht. Es que se te ponga la miel
de gallina recordando a Raúl –el adalid de todos esos valores–. Madridismo
es estar al lado de quien lo necesita. Es la victoria pero sobre todo es
la derrota. Y saber levantarse para emprender de nuevo el camino y volver a
ganar. Eso es el Madrid, la infinita historia del que busca lo imposible y lo
consigue.