
Y la respuesta siempre la
encuentro en su mirada. Esas retinas centradas y casi acuosas por no pestañear
y perderse algún detalle de sus jugadores. Esos puños cerrados y tensos cuando sus delanteros se acercan al área rival o esas piernas en tensión cuando el contrario acapara la pelota. Fluido sanguíneo arriba y abajo. En ebullición desde
que suena el himno colchonero. Esto es fútbol. Pasión por unos colores. Pero
pasión bien entendida. Miradas de rabia, admiración, alegría, tristeza
profunda, emoción, satisfacción, sorpresa, cariño … Sentimiento.
No deja de ser deporte. Un juego,
a la postre. En el que se gana y se pierde. Y los atléticos saben muy bien de
qué va ese partido. Descendidos a los infiernos, supieron sobreponerse al pozo
que supone haber saboreado las mieles de la gloria para degustar césped rancio
y desagradecido de la Segunda División. Siempre a la sombra de sus
vecinos han sabido labrarse un camino en este mundo. Un camino de sentimientos
que arrastran a su afición al Manzanares por muchas desilusiones que lleven en
su mochila junto al bocata de media tarde. Orgullo de ser quienes son y de
saber sus raíces. Algo esencial en la vida, y ¿por qué iba a ser distinto en
este juego?
¿Qué significa ser del Atleti? Por
mucho que intentes buscar una explicación, siempre encontrarás la misma respuesta: “no
se es del Atleti, se NACE”. ¿Quieres saber realmente la respuesta? Mírales a
los ojos. El “Cholo” lo ha hecho.
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