El mourinhismo y el wengerismo frente a frente solo puede dar lugar a un partido intenso. A noventa minutos de fútbol que pueden terminar en cualquier cosa. Gracias a sus pupilos y, por supuesto, gracias a ellos mismos, que para eso son los genios y figuras que han logrado imponer una etiqueta en base a sus apellidos. 
El wengerismo está tocado de muerte, con aquellos Invencibles como gran legado a sus espaldas. Ahora mismo, todo parece una sombra de aquello que fue. Los gunnerscomparten momentos de felicidad extrema, en los que combinan y levantan aplausos, con fases de depresión absoluta, de esas de toneladas de ansiolíticos. La decadencia se impone a la alegría, y se contagia sin misericordia a todos y cada uno de los jugadores que visten la camiseta del Arsenal. De Szczesny al utillero, llegando al punto álgido con un Özil que parece jugar cada minuto con la intención de hacerlo peor que el anterior.
Los adeptos al mourinhismo paladean el buen momento del conjunto blue. Las asistencias de Fábregas. Los goles de Diego Costa.
El mourinhismo. Ese concepto que ha adquirido tintes peyorativos tras el paso del portugués por España y ha pasado de una forma de definir un estilo a un arma arrojadiza para atacar al protagonista, es decir, Mourinho, pero cuyo legado en las vitrinas ha conseguido imponerse al acto vil del ataque personal en todos aquellos con un mínimo de sentido común.
 
Ambos, frente a frente, han conseguido hacer mayor el espectáculo. Hasta tal punto que han llevado sus enfrentamientos a un punto de máxima tensión, escenificado en la ya famosa trifulca en el área técnica que pudo verse en el Bridge en el último partido entre los dos conjuntos de Londres.
 
Declaraciones incendiarias y seis dolorosos goles justo el día en el que Wenger andaba celebrando sus mil partidos. Todo aderezado con unas pobres estadísticas del francés en el cara a cara con el equipo de Mourinho. Esperamos ansiosos el siguiente round.
 
De Gea guarda al United. 
De Gea es ese muchacho que se pasó sus primeros días en Inglaterra mangando donuts. Ahora es el tío que salva al Manchester United de su enésima catástrofe como quien no quiere la cosa. 
En otro día de rutina en Old Trafford, el hombre del partido fue David. Tuvo que ser el mismo día en el que Di María anduvo eléctrico hasta que se le agotaron las pilas y Radamel Falcao anotó su primer tanto como red devil. El United se ha empeñado en ponerle salsa a todos los partidos. Para bien o para mal. El arreón final del Everton cogió por sorpresa a los Gaalacticos (apodo que todavía parece que les viene un poco grande) y De Gea utilizó sus manos para algo más que para meterle mano a los donuts (y a Edurne). En resumen: salvó lo insalvable (a otros los santificaron) y metió a su equipo cuarto en la tabla. Antes de gozársela con las cabriolas había detenido un penalti aBaines, uno de los jugadores más efectivos de la Premier desde el fatídico punto. 
Está llamando a golpes a las puertas de la selección (está cerca de tirarla, vamos), siempre y cuando Del Bosque arregle ese cable que tiene cruzado. 
De momento, mientras otros se sientan a charlar para remover mierda de hace unos años, De Gea trabaja para seguir sacando las castañas del fuego al United cuando lo necesite y para defender a la selección cuando alguien esté dispuesto a darle esa obligación. No lo conozco, pero seguro que David (además de los donuts y de Edurne) también tiene cierto gusto por los gimnasios para cumplir su objetivo.

La barba de Keane es alargada.
Roy Keane es ese señor que se esconde detrás de una barba desaliñada necesitada no ya de unas tijeras, sino de un cortacésped. Además es ese señor que se ha pasado tres pueblos en ejercer la definición de fantasma, que ha repartido a diestro y siniestro y al que también le gusta una gotica después de comer. Por si fuera poco, ahora le ha dado también por contar su vida.
La biografía de Roy Keane (que se pone próximamente a la venta) es una bomba de relojería en la cual, el ex jugador cambia las manos (y las piernas) por la palabra para repartir ostias al gremio en el que ha militado.
Keane militó en el Nottingham Forest, aunque fue en el Manchester United donde alcanzó su mejor época. Después se marchó al Celtic. Como entrenador ha dirigido alSunderland y al Ipswich Town.

Por los párrafos de su biografía pasan muchos de sus compañeros (Ferguson también) y la mayoría de ellos no salen bien parados. 

Teniendo una oportunidad para redimirse de sus pecados, el bueno de Keane se arrepiente de muchas cosas excepto de la caza criminal a la que sometió a Haaland (que tuvo que retirarse del fútbol), al parecer, algo de lo que se siente muy orgulloso. Por el camino, aprovecha también para dar unos palos al equipo que le dio el éxito y a su entrenador. Para alegrar el cotarro lo combina con chascarrillos sobre Kluivert, su odio hacia el «Dancing Queen» de ABBA (canción que solía sonar antes de saltar al césped) y sobre el tamaño de los penes de sus compañeros. Ahí parece ser que Nicky Butt salía ganando.