El enésimo fracaso europeo de Pellegrini estuvo a punto de materializarse sino llega a ser porque por ahí campaba el Kun Agüero dispuesto a ponerle algo de ganas al asunto.
A estas alturas de la película, el Manchester City es un equipo que funciona a ráfagas, capaz de lo mejor y de lo peor. Un equipo cada vez más necesitado de David Silva y donde se echa en falta a jugadores determinantes de la pasada campaña que esta temporada no están dando la talla, véase Yaya Touré.
A eso hay que sumarle que Pellegrini no es precisamente la quintaesencia de los entrenadores, mal que a muchos pese. El periplo del chileno en las competiciones europeas se puede resumir en hazaña, bochorno, hazaña, bochorno y…veremos. Aunque claro, todo tiene sus matices. Siendo justos, lo más admirable es lo que logró con el Villarreal en Champions League porque, vamos a ser claros, lo del Málaga fue una cagada en toda regla aunque haya muchos que quieran ver una conspiración judeo-masónica y un atraco de la UEFA, la FIFA y la Conmebol juntas con el objetivo de cargarse al Málaga. Seamos serios. Revisen el partido. 

El tema se le puso al City de cara a los veinte minutos de partido con la roja a Benatia y el penalti transformado por el Kun. Si el Manchester City fuese el Cornellá uno podría entender el despropósito que siguió después. Pero ocurre que el Manchester City no es el Cornellá. Con 10 tíos, en el Etihad y a las puertas de una clasificación para octavos, uno esperaba un paso adelante de loscitizens para arrollar a los chicos de Guardiola. Ocurrió todo lo contrario. Dos paso atrás y remontada del Bayern.
Por suerte campaba por ahí el Kun Agüero dispuesto a ponerle algo de ganas al asunto. El abrazo de This Charming Man al argentino es un buen resumen del partido. El Kun salvándole el culo al Ingeniero en el último suspiro. 

Vaya por delante que a la trayectoria de Roberto Di Matteo como entrenador todavía le falta para estar verdaderamente a punto. El ex-jugador del Chelsea se estrenó en los banquillos del MK Dons, luego pasó al West Brom y de ahí a la machada de hacer ganar al Chelsea su primera (y única) Champions League. Está por ver como le va su aventura en el Schalke. De ahí a decir que hizo su último servicio al Chelsea regalando el partido va un mundo. No fue el mejor encuentro de los alemanes, obviamente, pero hay que tener empaque para meter cinco goles en Champions, una cifra que solo está al alcance de los más preparados.
El Chelsea se gusta. Ahora mismo se levanta por las mañanas en plan Danny Zuko y se tira dos horas delante del espejo diciendo aquello de «qué guapo soy y que culito tengo«. A Mourinho se le nota. Por eso se pasa los 90 minutos en el banquillo haciendo muecas, bromeando con los colegas, dándole collejas a Rui Faría y lanzándole besitos a Eva Carneiro. Cuando acaba el partido felicita a sus guerreros y seguro que se marcha a casa para ver como sueltan bilis los Palomares, Segurolas y los cuatro gurús de turno dándole la enésima vuelta al tema Fábregas y Diego Costa para evitar lanzarle flores. 

La versión 5.0 del Chelsea es arrolladora. No deja un segundo de descanso y a la mínima que te descuides te pega un meneo que te deja temblando. El mecanismo funciona a la perfección. Mourinho incluso se permite el lujo de modificar su eterno 4-2-3-1 para marcarse un 4-3-3 así, con dos cojones. Del primero al último jugador, los blues son un conjunto en armonía que han aprendido a llevar el tempo del partido gracias a la dupla Fábregas-Matic y a ejercer de depredadores cuando la presa está en su momento más débil. Alternan fases de muy buen juego, pausado, metódico, con contras fulgurantes, eléctricas y que suelen terminar en gol.
Mientras los hinchas del Chelsea rendían pleitesía a Roberto («There is Only One Di Matteo«), Mourinho los llevaba a octavos de final. Tendré que recuperar algún texto. Al tiempo.

El Liverpool sigue empeñado en dispararse en un pie en cada partido europeo (en la Premier se ha disparado directamente en la boca, para no sufrir). Hemos repetido tantas veces lo de Luis Suárez que al final va a ser verdad y el único que jugaba la temporada anterior era el uruguayo.
A los de Rodgers no les sale una a derechas. No está Sturridge, Sterling es un chaval de 19 años que todavía no tiene espaldas para cargar a todo un Liverpool en ellas, Coutinho se embolica en el adorno, el incombustible Gerrard es cada día más combustible y la adaptación de los fichajes se está haciendo más larga que la obra de El Escorial. 
Los reds comenzaron perdiendo, le dieron la vuelta al marcador (Lambert, dos partidos, dos goles) y se dejaron empatar cuando moría el partido. Se juegan la clasificación en el último partido.

El amor de los gunners a Wenger se rompió de tanto usarlo. Cada vez son más las voces críticas que surgen contra el francés y no es para menos. Mientras tanto, el Arsenal se permite de vez en cuando algún buen partido. Contra el Dortmund, otro que anda perdido en la Bundesliga pero que lleva buena competición europea, el Arsenal se pareció un poco más al Arsenal. Marcó hasta Sanogo.
El problema es que parece ser que el día en el que Alexis Sánchez no está fino el castillo de naipes se derrumba. Son muchas bajas, si y Wenger tiene que tirar en ocasiones de un equipo de circunstancias (vamos a entrecomillarlo), pero el técnico sigue empeñado en muchos detalles que convierten al Arsenal en un equipo de tres al cuarto. Veremos.