El Rayo – Xerez, donde cumplí mi sueño con mi padre. (marca)

  Recuerdo cuando era pequeño y mi padre me llevaba al estadio de Vallecas subido a hombros cada 15 días. Creo que a día de hoy, soy yo el que le debería llevar, ya que al ser de la «generación de Petit Suisse» digamos que he crecido bastante.
  Él me llevaba a ver al equipo del barrio, el Rayo Vallecano. Yo la verdad, es que los primeros años, estaba más preocupado en jugar con algún niño de mi edad que también acudía al estadio, o lo que ya para mi era fiesta nacional, que un balón saliera por encima de esa verja que existía en el campo y pudiera tocar el balón con el que jugaban los profesionales.
 Todas esas vivencias, las recuerdo como si fuera ayer, y eso que ya han pasado unos cuantos años. 

Unos años después, ya con uso de razón, nos abonamos en el fondo, ya que era más económico, aunque lloviese o hiciera más frío. Pero todo eso lo compensaba lo bien que me lo pasaba durante los 90 minutos, ya que había un grupo que se llamaban «Bukaneros» que se pasaban el partido entero cantando y bailando.

  Recuerdo en especial un partido contra el Barcelona, en el que el portero Busquets no pudo jugar debido a una lesión casera quemándose con una plancha, y se le cantaba aquello de … «así planchaba, así así, así planchaba, así así, así planchaba que yo le vi…
No recuerdo el resultado del partido, realmente eso no me importa, pero lo que si me quedó es la complicidad que existió entre esa grada y los jugadores. Los jugadores hablaban con los de la grada, ¡¡les saludaban!!
  
  El momento álgido sucedió en otro partido al que fui con mi padre. Rozando el año 2000. En un encuentro en el que se venció 5-0 al Villarreal, y escuché por primera vez «la vida pirata», y digo escuché porque seguramente antes la hubiera oído, pero sin prestarle mucha atención. Esta es una canción especial. Solo se usa en determinados partidos, y es la que más ha unido a la afición con la plantilla desde siempre.
  Los jugadores enfilaban la bocana de vestuarios, y la grada seguía cantándola…hasta que los protagonistas volvieron a salir. Eso no lo había visto nunca y me quedé ensimismado. En ese mismo momento le dije a mi padre que lo que daría por cantar «la vida pirata» desde el césped, mirando hacia la grada, como jugador.

El destino me llevó a jugar al baloncesto, y aun así no creo que hubiera llegado a nada en el fútbol, pero hace solo unos años, un 22 de Mayo de 2011, el destino me llevó a vivir de los días más felices que he disfrutado como aficionado. El Rayo ascendía ganando 3-0 al Xerez, después de un año de mucho sufrimiento en todo lo que rodeaba al equipo, que incluso se llegó a plantear la disolución del club. 

  Pues en ese momento del final del partido, una vez abrazado, besado, llorado y secado las las lágrimas, seguí a la marabunta y entre al campo, salté al césped de mi equipo, con la plantilla recién ascendida y eufóricos. Y unos minutos después, comenzó a sonar «la vida pirata», y yo estaba en el césped. Mis ojos se volvieron a humedecer y busqué a mi padre en la grada. Había cumplido mi sueño de cantar la mejor canción del mundo, en el mejor estadio del mundo, y ante el mejor espectador del mundo, mi padre. No sucedió como jugador, pero la alegría de aquel día no me la quita nadie, ya que como dice la canción…»la vida pirata, la vida mejor…»