CESPED
EUROPEO – Pobres ricos
El
empresario austriaco Karl Rabeder era un tipo millonario. Durante un viaje a Hawái, tomo la decisión de
cambiar su vida, dono sus 3 millones de libras esterlinas (más de 3.500
millones de Euros) a la financiación de orfanatos, organizaciones benéficas y a
su organismo MyMicroCredit que ofrece pequeños
préstamos a personas del Tercer Mundo que no pueden conseguirlos en bancos de
América Latina, construyendo estrategias de desarrollo para ayudar a que estas
personas trabajen por cuenta propia en El Salvador, Honduras, Bolivia, Perú,
Argentina y Chile. Hoy, Karl Rabeder
vive en un apartamento alquilado en Innsbruck con poco más de 1.140€ mensuales,
fruto de las charlas que da a empresarios acerca de su nuevo y austero estilo
de vida.
No
todo lo que brilla es oro. La decepcionante
llave del Manchester City con el Barcelona que los elimino de Champions, sería
el primer clavo en el ataúd de Manuel Pellegrini y quizás, la caída estrepitosa
del fin de semana anterior a manos del United fue el último. Esta semana el PSG cayó en pleno Parque de los
Príncipes con el Barca en otra clara muestra que la fórmula de los billetes que
persiguen títulos, se está devaluando más rápido de lo que muchos
esperaban. Desde que Román Abramovich
quiso convertir al Chelsea en un campeón, han sido cada vez más los magnates y
jeques que impulsados por sus grandes fortunas se han animado a gastarse unas
cuantas monedas en clubes de fútbol donde pretenden armar equipazos que
conquisten trofeos, pero la mayoría de las veces la cosa no es tan fácil.
Existen
diversas razones para que el éxito del Chelsea no haya sido replicado por los
otros nuevos ricos; proyectos solitarios que no tienen un real apoyo ni de
aficionados ni de prensa con hambre de triunfo, una política de fichajes errada
que se enfoca más en nombres rimbombantes, de moda o que no aportan al
colectivo dejando la sensación de muchos cracks pero poco “equipo”. Y la última de la que hemos venido hablando,
plantillas claramente superiores a sus entrenadores, técnicos que nunca
terminan de entrar completamente en el engranaje del club, que no logran
convencer a sus dirigidos de una idea e incapaces de sacarle rendimiento a
brillantes nóminas.
Ahora
el tema ha comenzado a tomar otros tintes, ya no se trata del escaso éxito de
estos proyectos faraónicos, se trata de la ida a pique de muchos de estos
trasatlánticos. La idea amparada en los petrorublos de Dimitri Rybolovlev en el
Principado de Mónaco no alcanzo su primer año, el Anzhi Makahchkalá se fue sin
haber conseguido un solo título y el Málaga termino vendiendo todos sus activos
por falta de liquidez. La pulseada
económica está dejando a algunos de estos equipos fuera del juego, el poder financiero
de estos nuevos ricos molesta a algunos clubes tradicionales que sienten que
sólo están interesados en hacer subir los precios, tanto de pases como de
salarios, en una Europa que viene de una crisis económica.
Karl
Rabeder entendió que las chequeras no logran la felicidad, algunos adinerados
del futbol también. La Champions League
es el verdadero termómetro que mide a los equipos europeos y es la competición
por antonomasia donde los grandes proyectos se ponen a prueba. Puedes comprar grandes jugadores, grandes
entrenadores, pero el peso de una camiseta no tiene precio y lo único que está
claro es que el dinero no compra títulos, sólo figuritas costosas y los ríos de
petrodólares, también se están secando. Al final, la conclusión es que la
grandeza no se puede comprar.
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