
El Villarreal llegaba a la última fecha de la liga 2011/2012 con la espada de Damocles encima, su último encuentro era contra el Atlético de Madrid y la pesadilla llego a dos minutos del final cuando Falcao anoto el 0-1 en pleno Madrigal. El miedo invadió el cuerpo de los hombres de Lotina y de toda la afición castellonense, más pendiente de las radios y de lo que hacía el Rayo, ya que con los resultados que se daban en ese momento un tanto del conjunto vallecano mandaba a segunda al Villarreal. Finalmente el gol rayista llego, el presidente Fernando Roig abandonaba hundido el palco y no quería ver los últimos minutos. Marco Rubén de cabeza tuvo el empate pero el balón salió fuera y se consumó la tragedia para el submarino. Se fue al descenso.
De
aquel equipo que rozo la final de Paris en la Champions del 2006 con los Forlan,
Sorin, Arruabarrena, Senna y el magistral Juan Román Riquelme, solo quedaba el
recuerdo. Un onceno que siempre fue fiel
a su fútbol de toque, a su generosidad, a la exaltación de la técnica por
encima de todo y fue eso, lo que hizo que nos enamoráramos de la escuadra de
Manuel Pellegrini. El onceno de las
posesiones largas, el ritmo pausado, las toneladas de técnica y un mago que nos
hechizaba partido tras partido, se quedaría a las puertas de la gloria por ese
mismo hombre que los traería hasta esa semifinal. Riquelme demostraba que era humano y fallaba
un penal sobre el final del partido que quizás hubiera alargado la agonía o
transportado a la leyenda. Quién sabe.
Demasiados
limones para Fernando Roig, el presidente amarillo ha tenido que tomar tantos
tragos amargos que ya era hora que el futbol le devolviera uno dulce. Es un gustazo ver al Villarreal en lo más alto
de la tabla de La Liga por primera vez en su historia; lo del submarino no es
producto de la casualidad, más bien de la tarea paciente y persistente de
varias temporadas con el mismo director técnico que en Enero cumplirá tres años
en el banquillo del Madrigal, todo esto es el fruto de una labor que en el presente
ejercicio tiene a un grupo de talentosos futbolistas a los que Marcelino
trabaja y motiva pensando en grande pero con los pies en la tierra.
Nadie
tiene certeza si Vaulet pueda pisar a futuro una cancha como jugador de la NBA,
nadie sabe si este Villarreal pueda finalmente conseguir el título o no, pero
la felicidad que los embarga ahora no se las podrá quitar nadie. Es evidente
que al conjunto amarillo nadie le ha regalado nada, que detrás de este logro se
esconde una gran convicción en lo que propone su entrenador; tal vez esta
gloria sea efímera y mañana se convierta en una anécdota más cuando el Madrid o
el Barca se coronen campeones, pero hoy, el Villarreal es el líder y esa
población de 50.000 habitantes, está atrapada por un sueño hermoso. Un sueño del que no se quieren despertar.
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