Pablo Aimar, entre el interés de River y la tristeza más profunda

Pablo Aimar llegó de Argentina con la misma aureola de estrella en ciernes con la que muchos dejan el país de la pampa, el asado y de Maradona. Es el próximo Maradona, es un trescuartista como los que ya no hay, es un mediapunta de lujo. Uno y mil epítetos más adornaban las portadas de los periódicos cuando vino en aquel mercado invernal del año 2000. Cualquier vídeo era oportuno para justificar los cerca de 4000 millones de pesetas (el € no era moneda en curso todavía) que el Valencia CF había invertido en aquel casi imberbe joven argentino.

El Cai llegaba de la mano de Héctor Cúper con la intención de darle esa creatividad que le faltaba al equipo che dentro del corsé táctico del técnico también argentino. Su debut ante el Manchester United hizo ilusionarse a toda la afición blanquinegra con diversas pinceladas de fútbol de salón. Caños, regates inverosímiles, desborde y visión de juego adornaron su partido inicial en Mestalla en la máxima competición europea, la Champions League. El juego de aquel Valencia no era de mucha combinación ni toque en zona de canalización pero Pablito supo ir aclimatándose a esa posición de segunda punta, de quinto centrocampista, supo adaptarse a las exigencias físicas del juego europeo y a la velocidad del juego a este lado del charco. Somos muchos los que pensamos que aquel cambio de Aimar por Albelda en la final de Champions del 2001 le dio alas al Bayern Munich.
Con toda seguridad, su fragilidad muscular le impidió convertirse en un crack a nivel mundial pero su capacidad para filtrar pases, su carácter, más rebelde e inconformista de lo que pueda parecer, contribuyeron a crear aquel Valencia que todavía perdura en nuestras retinas. Su gol contra el Depor, su golazo en Tenerife, su entendimiento con jugadores como Baraja, Vicente o Mista consiguieron que aquel bloque de jugadores fuera correoso, pero también destilara momentos de muy buen fútbol, con fútbol vertiginoso y bien combinado.

Jugó una final de UCL que perdió por penaltys, una final de UEL que ganó con solvencia al Olimpyque de Marsella de un emergente Didier Drogba, y ganó dos ligas con el Valencia CF tras 30 años de sequía liguera a orillas del Turia. No fue un crack ni lo que pudo llegar a ser pero en la ciudad del Turia dejó huella por su fútbol, su personalidad y su buen hacer dentro y fuera del campo.

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Sus posteriores etapas en Zaragoza, Benfica y Japón fueron un canto de cisne continuamente interrumpido por lesiones musculares que le acompañaron y lastraron durante toda su carrera. Se retiró en su amado River Plate dando muestras, una vez más, de su honestidad y profesionalidad. Una nueva lesión le impedía entrenar al ritmo de sus compañeros y decidió abandonar antes que hacer valer su jerarquía y ascendencia para tener ningún tipo de prebendas.