Los rojiblancos tras la derrota. (FOTO: twitter)
Esta vez no son mis dedos los que pulsan las teclas para escribir estos párrafos. Los escribo con el corazón. Un corazón, de nuevo herido futbolísticamente por la crueldad del que llaman el deporte rey. En muchas ocasiones durante los días previos a la final, apelaba a la «justicia deportiva» que me hacía respirar un aire optimista. Pero, nada más lejos de la realidad. Ese sentimiento me cegaba cuando me decían que en el fútbol no existía esa justicia, que el fútbol no entiende de revanchas ni cuentas pendientes. Y así ha sido. E incluso, puede llegar a cebarse todavía más hasta el extremo más exagerado posible.
    Hace 42 años, a los más longevos les pasó algo parecido. Creyeron entonces que el Atleti había perdido una oportunidad de ser campeones de Europa y que lo había hecho de la forma más dolorosa posible. No contaban con lo que depararía el futuro. Sí, ese futuro que cuarenta años después arrebataba una segunda final de Champions a los rojiblancos superando un poquito más la propia crueldad de antaño. Con un gol en el descuento y ante el máximo rival de la capital. Nada peor podía pasar ya.
    Pues bien, maldito deporte. Maldito destino. Maldita crueldad. Ha vuelto a pasar y sí, superando lo que ya hace dos años parecía insuperable. La ocasión idónea, una nueva oportunidad que parecía marcar las directrices de una revancha a todos los niveles. Se saldaba la deuda en semifinales con el Bayern Múnich, cuarenta y dos años después, y ya solo quedaba creer en que el fútbol devolvería al Atleti esa Copa de Europa ganando a ese Real Madrid que te venció hace dos años.
    Pero no, esta vez hubo que empatar el partido. Hubo que aguantar como te marcaban en posición ilegal. Hubo que ver como fallaba un penalti el mejor hombre de la temporada. Hubo que sufrir con una nueva prórroga. Y sí, hubo que padecer como se iba otra Champions en la lotería de los penaltis. Falló el que tocó el cielo en la tanda de octavos. Había que enredar aún más en la crueldad de la situación. Increíble pero cierto.
    No por caer significa que el Atleti sea peor que el vecino, pero lo que importa, la copa, se marcha a las vitrinas blancas. El equipo ha vuelto a ser tan grande que ni siquiera conseguir una liga el año que viene motivaba a muchos tras salir abatidos de San Siro. La Champions es lo que quiere la afición porque se ha tenido tan cerca que no se puede ni se podrá olvidar fácilmente. Algo, de lo que por otra parte, no hay que avergonzarse. Con todo esto, finalizo reflexionando sobre que por mucho que digan, ahora sí que me di cuenta que la «justicia deportiva» no existe. Pero tampoco existe la palabra ´rendirse` en el diccionario de los rojiblancos. De eso sí que estoy seguro.