Era el día perfecto, el rival perfecto, el marco perfecto. Sábado por la tarde, una Real Sociedad con pie y medio en Champions; el Martínez Valero…y su afición.
24 años y 67 días habían pasado desde la última vez que este estadio albergaba un partido del Elche en Primera División. Un escenario recientemente reformado; vestido de gala para la ocasión. La afición franjiverde le dio los últimos retoques; con bufandas y banderas blanquiverdes. Y lo dotó de voz, entonando el «Aromas Ilicitanos», como es costumbre desde la pasada campaña. Y las buenas costumbres, cuando funcionan, no hay que perderlas. Se cantó como siempre, pero sonó como nunca. 24.000 almas sedientas de ver rodar el balón, después de un verano ilusionante, pero largo sin fútbol. Y esa pasión latente tras un cuarto de siglo, de volver a ver al Elche CF entre los más grandes, se hizo visible desde mucho antes del comienzo del encuentro.
Los de Escribá arrancaron fuertes, llevados en volandas por una grada dispuesta a hacerles ver, que van a ser su jugador número 12 esta temporada; dispuestos a olvidar el desastre de Vallecas; y conscientes de que, el objetivo pasa por ser sólidos en casa. Y así fue como el binomio equipo-afición, se hizo uno solo.
Y el equipo no tardo en poner a la grada en pie. Al segundo minuto de partido, Coro empujaba a la red un balón embarullado tras un córner lanzado por Edu Albacar.
A partir de ahí, el equipo fue fiel a su estilo de juego. Y esto fue a su vez, su virtud y su error. Durante la primera mitad, el centro del campo formado por la dupla debutante Carlos Sánchez y Rubén Pérez; anuló por completo a la pareja realista formada por Rubén Pardo y Esteban Granero. El andaluz cogió el timón, marcando los tiempos de navegación. El colombiano, desplegó un derroche físico, que arrancó los aplausos del respetable. A la Real le costaba, no se sentía cómoda por la buena presión del rival; la buena colocación de los de Escribá en el campo; y una defensa ilicitana, que se mostró más contundente que en Vallecas.
En la recta final del primer tiempo, el Elche necesito de ese delantero centro, capaz de asestar el golpe definitivo al rival, cuando este más se tambalea, y poder así sentenciar el partido. Pero ese jugador no estaba en el césped. Tampoco en el banquillo. Se le seguía buscando en el mercado de fichajes y se le espera como agua de mayo.
En la segunda mitad, el cansancio físico hizo más mella en los ilicitanos que en los «txuri-urdin». Mientas en la grada los aficionados disfrutaban de un bonito sueño; en el césped, el Elche quiso dormir, y durmió en exceso, pero sin soñar en nada. Tal vez en Segunda División haya sido efectivo, pero en Primera es otra historia. Aquí, cualquier equipo tiene jugadores con la calidad suficiente para empatar y hacerte despertar; y después, espabilarse y reaccionar es mucho más complicado.
Mientras Escribá realizaba cambios destinados a contener el botín y a reforzar las posiciones más golpeadas por el esfuerzo físico; Arrasate, que tenía bajas sensibles y empezó con rotaciones, introducía en el campo cada vez más jugadores de corte ofensivo. Pura pólvora, destinada a detonar las ilusiones franjiverdes. La Real trenzaba jugadas cada vez más peligrosas; algunas acababan en centros que no encontraban rematador; otras en disparos lejanos que se perdían, incluso golpeando en el larguero. Notas de aviso de lo inevitable. En el enésimo intento realista, Carlos Vela culminaba una buena jugada para darle un punto a la Real, y salvar el trámite antes del partido de vuelta de la previa de Champions.
Los minutos finales, acentuaron la tónica de lo que había sido la segunda mitad. La Real lo intentó, el Elche defendió. El cansancio borró todo rastro del espíritu ofensivo de la primera parte. Solo las genialidades de Carles Gil, que por momentos hizo lo que quiso con el balón y los rivales; endulzó el letargo al que el equipo había sumido a la afición. Pero no fue suficiente. Se evidenció la falta de un «killer», que llegará en breve. Y se dieron muestras de que las incorporaciones para la banda derecha, no han sido demasiado acertadas.
Hay que seguir trabajando, hay que seguir creyendo. Las caras nuevas se adaptarán, algunos ni siquiera han debutado todavía. Pero con unas cuantas pinceladas diferentes a las del debut liguero, el Elche dio otra imagen, otras sensaciones.
La confianza en Escribá es total. Él nos llevó a Primera; y el sabrá como luchar, de la mejor manera posible, por conseguir la permanencia. Un viaje que será duro, pero nadie dijo que iba a ser fácil. Y para eso hay una afición detrás. Para que el Elche CF nunca tenga que recorrerlo solo. Próxima parada: Almería.