Corría Enero del año 2012 y Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro atravesaba un mes en el que los silbidos de su estadio se habían convertido, aunque en minoría, en una constante insoportable e incluso repugnante en su propio estadio, el Santiago Bernabéu. Estadio especial y afición peculiar, no hay duda, acostumbrada a ponerse en pie solamente ante los actos extraordinarios, para mal y para bien, que en ocasiones deambula como aquel cochinillo de Toshack, sobrevolando y en las nubes como te diría aquella profesora en tus años de instituto. El esfuerzo y el sacrificio sin talento se aplauden más que el talento sin esfuerzo y sacrificio. No era nuevo. Hasta el que hoy es el 2º entrenador y uno de los mejores jugadores de la historia, Zinedine Zidane, sufrió la ira incontrolada del impaciente Chamartín.

Justo hace un año, ese jugador ególatra sin tatuajes para donar sangre, que siempre ha mostrado su lado más humano cuando las circunstancias lo pedían, víctima de la crítica más llena de hipocresía que ha sufrido el Real Madrid, expresaba su tristeza al inicio de la temporada pasada. Siempre tuvo detalles que no gustaron en los círculos futbolísticos, sus salidas de tono o prepotencia, pero la madurez y el buen asesoramiento le llevaron a ser el tipo que es hoy en día, una metamorfosis que agradece especialmente el aficionado madridista. Puestas las bases, la acusación era clara, su tristeza se debe a motivos económicos y, además, quiere marcharse y dejar tirado al club que pagó 96 millones de euros por él. Dos meses después David Navarro le rompía la ceja en el Ciutat de Valencia. “No vi a Cristiano”, un par de puntos y el heredero del 7 de Raúl marcando y dejando una de las imágenes más adoradas entre los fieles del portugués, que se retiró mareado en el descanso con su trabajo hecho. El cambio de actitud del Bernabéu era un hecho: “Es uno de los nuestros”.
Un gol por partido es su media. 205, 206, 207… la cuenta seguirá hasta batir a emblemas del madridismo como Di Stéfano o Raúl González Blanco, su renovación hasta 2018 es una de las mas esperadas y grandes noticias del madridismo este año. El tiempo pone a cada uno en su lugar. ¿El dinero? Claro. Si eres uno de los mejores jugadores del mundo, quizá el mejor, con esas marcas debes ser de los más pagados. En cifras mareantes, como las que se mueven en un fútbol ausente de la realidad de apié, la dimensión que le han querido y hemos querido darle a este deporte. Pero la transformación de sentimientos del jugador deja entrever una cruda, para algunos, realidad: en ocasiones no todo es dinero si el sitio en el que te encuentras te valora acorde a tus méritos. Y ahora Cristiano tiene eso, esa ovación en Concha Espina tras cada gol, cada muestra de clase y cada destello de un jugador que ya es parte de la historia grandiosa de este club. Quizás el fútbol, sumido en ese huracán de precios disparatados y agentes y/o padres avariciosos tenga guardado un guiño a la vida real, la que se mueve por los sentimientos de lo que al fin y al cabo son personas normales y corrientes.


CR9… CR7… eso ya da igual. La afición que sufre cuando su rival tira de ciclo hegemónico, reclama una Copa de Europa que se le resiste, tiene a su adalid junto a ellos. Muchos vendrán y muchos se irán, tal vez más caros o, difícil, más guapos, con mejor pose o más actualizada a los tiempos. Pero la realidad es clara, quizá insignificante ante los ojos de la hinchada rival, la renovación de Cristiano vale más que los próximos mil fichajes que lleguen tras el suyo. “Cristiano Ronaldo es uno de los nuestros”.