Anoche, por falta de costumbre como el mini jetlag del cambio horario, ya que los clásicos de noche de sábado son ya un bello recuerdo de infancia y adolescencia, se disputó el primer duelo entre culés y merengues de la nueva era que envuelve a ambos clubes. Quizás el duelo se deba hacer con artillería pesada al término “clásico”, responsable de esa globalización que hace que el doble partido entre ambos sea de lo poco interesante obviando al resto de competidores. Partido de más idiomas y ausencia de protagonismo para el resto. Y en casos como el de ayer, encuentro deslucido.

 

 

Martino y Ancelotti, debutantes en estas lides, aún buscan las teclas adecuadas para que su fútbol sea el deseado. Ganan los retoques, ya que el argentino tiene un equipo donde la inercia marca los tiempos en sus partidos, tan sólo ante la Real Sociedad se vio el verdadero potencial del seminuevo Barcelona, ante competidores de ideas claras llega el sufrimiento, veáse Milán o Atlético de Madrid. El Real Madrid no está entre los elegidos, o al menos entre los que llegan a la cita puntuales antes que la chica, cuando Carlo y su imponente estilo italiano con ceja sugeréntemente levantada llegaron, el chico rebelde de peinado desgarbado ya disfrutaba el cigarrillo “de después”. Neymar, que también debutó en su primer clásico, está empeñado en discutir que su fichaje no es una broma de mal gusto y no admite repugnantes comparaciones. Ante la ausencia de la estrella residente, destinado a ser un centrocampista efervescente pasador en los últimos clásicos, el brasileño demuestra que su llegada dará los puntos que decide no firmar el argentino. Sus goles, no tantos pero decisivos, se unen a esas ganas de hacer algo diferente que a veces falta en el actual Barcelona. Y de maravillarnos, Alexis mediante, ya que lo del chileno en este inicio de temporada es ciencia-ficción.

 

Volviendo a los líderes de la actuación, Martino mandó a Messi un papel secundario para dar entrada a Cesc en el falso nueve y olvidó su polo pistacho en el vestuario. Carlo asistió con la indumentaria adecuada, pero olvidó los efectivos en el banco para desarrollar su idea. La prueba de Sergio Ramos en el mediocentro, y criticada, no es una locura. La locura es hacerlo en el Camp Nou. Si quieres dar y explotar otras responsabilidades a un jugador tan fantástico y completo como el sevillano, no lo mandes a los leones ante un partido de persecución de enemigos como el de anoche. Ramos aparte, destaca querer jugar al toque con dos mediocentros ocupados en tapar huecos y galgos delante. Como ir a una entrevista de trabajo con corbata y sandalias. La similitud que se les antoje. Siempre tendremos la duda de la sobrecarga de Illarra, pero cuando el donostiarra entró al césped catalán el partido cambió y la idea afloró. Su dominio de los partidos es proporcional a las dudas que hay sobre él para llevar partidos de este nivel, pero Asier solo se encarga de ahuyentar los fantasmas sobre un jugador hecho para una década. Benzema sin pitos o al menos diferentes y Jesé para ejecutar, fueron un tortazo en la cara de Carlo, que debe centrarse en su objetivo sin miedos o quedarse en absurdas medianías como la de ayer.

 

 

No es el fin del mundo. Tras la derrota ante el Atlético de Madrid, los blancos enderezaron el rumbo y fueron haciendo fuerte su idea, que sin ser traicionada le ha dado grandes momentos de fútbol, y aún sin estar al máximo nivel han dado muestra del potencial. Quizás la leyenda que dice que la última vez que se fue al Camp Nou a jugar al toque el batacazo fue soberbio, sembró las dudas en la cabeza de Ancelotti, pero una vez que la idea empieza a funcionar y en Octubre, no es hora de traicionarla. Seguir sin desviar el rumbo y mejorar automatismos marcarán el destino de los blancos tras el punto de inflexión blaugrana.