Gerardo Martino estaba sentado en el sofá de su casa, copa en mano y jazz flotando en el aire. Su mujer le preparaba una sabrosa carne asada, la mejor de todo Rosario. De pronto se escucha a Victor Hugo narrando el mejor gol de la historia allá por el año 86, no hacía falta ni mencionar el año así que no completaré la información de la narración puesto que esto es un medio que se llama «Yo si se de fútbol». Era el celular del Tata que vibraba con ímpetu encima de la mesa-camilla; número desconocido. Martino mira con recelo su aparato móvil y maldice esa inoportuna interrupción a su plácida ingesta de Jack Daniels. Descuelga y refunfuña: «¿Aló?», desde el otro lado del cable se escucha un mágico «¿quieres entrenar al Barcelona?».
Así empezó todo. Martino estaba tomando wiskey en su casa disfrutando de la pacífica vida del desempleado y dos horas después hacía las maletas pensando si en Barcelona haría frío o calor en julio. El delicado tema de Tito acaparó su llegada, que venía rodeada de una incertidumbre ambiental poderosamente latente. Martino vivió de la precocidad en sus primeros dos meses en la Ciudad Condal y contaba con un apoyo vacío en la misma, y ausente en el resto de España.
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Martino es rosarino, todo se explica |
Pero resulta que los rosarinos son un poco pesados. Suelen dejar huella. Son diferentes; triunfan. Y Martino no fue menos, el equipo todavía apestaba a Guardiola y el último año, aún habiendo ganado la liga, había dejado el sabor del fracaso por el estrépito acontecido en la semifinal de Champions. Fue un año raro, ya que empezó bien el equipo, pero lo difícil es mantenerse y el bajón de listón que pegó Vilanova en cuanto a preparación física, dejaba al rosarino con un marrón de cuidado. Pero llegó a los jugadores, se los ganó, incluso sienta en la banca a Messi y éste lo acepta. Fue consciente de los errores del pasado e intentó borrar las huellas sucias y marcarlas por otro camino; recuperó conceptos, ambición, ilusión, fe.
Y ahí están sus números: 9 partidos ligueros, 8 victorias y un empate. 28 goles a favor y 6 en contra. En Liga de Campeones 2 partidos, 2 victorias. Y todo esto con un juego que ya no se recordaba en el Camp Nou: solidez atrás, rapidez en la cocina y efectividad en la línea de arriba. Martino además ha sabido a qué jugar en cada momento y no ha querido ser esclavo de la filosofía que tanto desvirtúa a este equipo. Ha sabido administrar minutos entre todos sus jugadores de manera que todos se sientan útiles y que en mayo el equipo parezca el de noviembre. El despacho del Tata está lleno de papelotes reciclados pintorrejeados, monigotes de cartón, botellas de Solán de Cabras, pizarras repletas de anotaciones y mucho, mucho trabajo en el ambiente. Y dos meses antes su único trabajo era calentar el sillón del salón con un Jack Daniels on the rocks en vaso corto.