Ya venía avisando Wenger con que estaban fijados con un jugador y no iban a parar hasta conseguirlo. El 2 de Septiembre, último día de mercado y dando el último golpe sobre la mesa, el conjunto londinense acercaban a Florentino, 45 millones de euros y a un Ozil que no se veía con minutos, le doblaban el sueldo y le ofrecían el mandato absoluto en el conjunto gunner. Era la bomba del mercado.
Bueno, pues así fue, muchos madridistas ya no valoraron la llegada de Bale, odiaron a Florentino, insultaron a la institución, sabían lo mucho que perdían y lo poco que ganaban. 100 Millones gastados por algo similar e inferior a Cristiano e ingresaban 45 miseros por el intermitente Mesut.
El fútbol no entiende de lógica, es más es fanatismo es desenfreno, es hoy alegría y mañana lloramos por descender. Los que mandan desde la grada y acuden domingo a domingo sabían que perdían un jugador diferente.
«Intermitente, con destellos de algo nunca visto y con defectos como de no haberlo visto».
Explico, Mesut era ese chico tímido con el 10 a la espalda y una varita en la pierna izquierda. Si quería te metía un pase con el exterior en el Camp Nou ante 90000 espectadores para dejar solo a Cristiano y darle una liga al madridista. Como que si no le apetecía, correteaba por el campo pidiendo que acabará el partido, el chico no tenía ganas. Mesut era un jugador de impulsos, te podía bajar rocas con fuego ardiente del cielo y convertirtelas en pasteles de crema de ángel. Te ponía el balón donde le apetecía y con los miles de recursos que tenía en la mente. No hay más explicación, era Mesut, era nuestro Mesut, así con todos sus defectos y virtudes era un gran jugador.
Lo que ocurría era que el Bernabéu le acusaba en esos partidos no tan buenos, esa falta de entrega, tampoco era un jugador ni lo es de 90 minutos, pero si ya es complicado llegar a lo más alto del fútbol, contamos los que tienen esa magia en los pies y nos quedamos solos.
Llegó al Arsenal y lo puso en lo alto de la tabla. En Europa, el partido contra el Nápoles en el Emirates se puede equiparar a la Novena de Beethoven, a un cuadro de Van Gogh, o una de James Cameron…Qué suavidad, que placer quien lo ha visto y quién lo ve. La varita se paseaba dando brotes de alegría por la alfombra verde, era todo elegante, hasta un mal control era perdonado por el problema del directo, era una belleza de esas que al final hacen daño, abusiva. Fue como una primera vez, duele pero inolvidable.
Lo que ocurre como todo en la vida, es que aprovecha de lo bueno porque siempre acaba acabándose y no te preocupes de lo malo porque pronto acabará, es todo tan efímero que Mesut sigue liderando, ahora con el 23 como sello a la espalda. Pero ya se ha visto, ese Mesut cansado, que no gusta a los jefes de la grada, ese que no mete la pierna, que desaparece, ese Mesut tan intermitente, nuestro Mesut.
Fdo: Felipe Orcina (@Planetapelota)