Otra jornada de la Premier que se va. Y sin tiempo para digerirla nos llega otra. Así. De sopetón. Y todo sigue igual. Un sube y baja en el que los equipos se van cambiando de posición como quien intercambia cromos de Panini. Menos el Arsenal, que le ha cogido el gustillo a eso de estar primero.
Otros intercalan las goleadas en Europa con partidos en los que se vuelven a sembrar dudas (si, hablo de Moyes y sus muchachos). Otros intercalan dudas en Europa con más dudas en el campeonato (si, hablo de Villas-Boas y sus chicos). Y otros golean a lo loco cuando andan por casa y algún cable se pela cuando van de visitantes.
Ese es el Manchester City. Un equipo que en la Premier como te pille de local le da igual que seas el Charlton Athletic o el Barça de Guardiola. No tienen miramientos.

Algún comentarista despistado se preguntaba hace unos días qué gritaban los aficionados del City en las gradas cuando jaleaban a un muchacho de Vallecas. Teorías discutibles hasta que alguien le advirtió que los aficionados, ingleses ellos, voceaban (en inglés) «beast, beast, beast». Qué manía tienen los ingleses de jalear en inglés y confundir al personal.
El caso es que un tal Álvaro Negredo se pasea por el Etihad marcando goles como si fuera el patio de un colegio. De cabeza, con el pie. Incluso se permite el despropósito de meter un golazo de falta directa. Ese es Álvaro «The Beast» Negredo.
El City se reivindica como serio candidato a la Premier siempre y cuando juegue en casa. El resto es otro cantar. Pero Pellegrini parece saber manejar el cotarro y supongo que los tropiezos como visitantes habrán sido cosa de un par de días malos, que los tiene cualquiera. Sólo hay que ver que parece haberle metido en el cuerpo las ganas de volver a jugar a Nasri. Y mira que parecía difícil.
El City tuvo enfrente al Swansea de Laudrup, que formó de inicio con cinco españoles (Chico, Cañas, Pozuelo, Pablo Hernández y Álvaro). Un 3-0 contra un equipo que mantuvo el control del partido durante la primera parte y que juega de maravilla al fútbol. Y que mereció más.

Deulofeu no es un apellido fácil para los colegas británicos. Un calvario total para el comentarista de Sky cada vez que el chaval tocaba la bola. Pero bueno, eso es lo de menos. Total, aquí en España estuvimos llamando a Carew durante mucho tiempo como nos daba la real gana. Martínez (ese gran técnico) decidió darle la titularidad a Gerard. Había demostrado sus capaces aprovechando los minutos que se le daban y no fue menos el día que salió de inicio. Abrió la lata, estuvo eléctrico todo el encuentro y asistió a Oviedo para que anotara. Habemus crack.

Mourinho decidió pasar del 4-3-3 después de la charlotada contra el Basilea en Champions. Volvió a lo de siempre y el Southampton le pegó en las narices cuando todavía no había terminado de contar sus chicles y su chiquillo buscaba al hombre que vende las coca-colas. Fallo garrafal de Essien. Pero todo es más bonito si tienes en tu equipo a un tal Juan Mata. Si lo tienes y lo sacas, claro. Mata formó de inicio junto a Torres (que se marchó entre aplausos) y Azpilicueta (el de Sky aquí ya tiró la toalla). No fue su partido más brillante pero dejó latente su criterio y de sus botas salieron los balones que desembocaron en los goles de Cahill y Terry.

Mucho colorido español y sin embargo, no todo fue perfecto. Ya hay runrún en las gradas de White Hart Lane. Y por partida doble. Lo de Villas-Boas ya es un hecho. Lo que no se esperaba era lo de Roberto Soldado. Urge su reactivación. Incorporación inmediata a la causa Spur. La próxima jornada sin ir más lejos. Esa que empieza en un par de horas.

Un artículo de: Álvaro Ramírez.
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