47 goles en 16 partidos. Todavía le falta lo de espabilarse en los partidos como visitante, pero todo llega. Por ello a estas alturas para no temer al Manchester City hay que tenerlos como el caballo de Espartero. O ser básicamente un suicida en potencia.
El artífice de todo esto lo conoceréis porque llevó a la gloria al Villarreal y al Málaga. Con el Málaga tuvo ciertos problemillas con el Dortmund y con su Villarreal vivió aquella noche épica y a la vez agridulce en la que fue apeado precisamente por el Arsenal. Un Arsenal al que arrolló 6-3. Un Arsenal líder.
También lo conoceréis porque pasó por el Real Madrid, aunque fue más conocido por aquel traspiés en Alcorcón y por ser la mascota favorita de cierto periódico español para soltar su bilis.
El hombre de la mirada distraída, ese hombre tranquilo, ese hombre discreto y ese hombre educado, responde al nombre de Manuel Pellegrini. Sobre el campo 11 tíos que parecen haberse olvidado de las épocas de sacar a relucir sus egos, cuando Mancini dirigía el cotarro y que, ahora, son un verdadero rodillo en el campo y que parecen comprender poco a poco las ideas del chileno.

Todo eran risas en el Emirates. El Arsenal sigue líder. En un chas (y aparezco a tu lado) se pasó de querer darle la patada a Wenger (no hace falta recordar la última vez que levantó un título con los gunners) a un jiji jaja constante al ver la deriva del equipo. Un equipo que ha ido a más y al que le ha sentado fenomenal la llegada de Özil pero también el estado de jugadores como Whilsere o Ramsey. Pero sobre todo un equipo que había aprendido dos cosas durante cierto tiempo aletargado. La primera: jugar bien y ganar. La segunda: jugar mal y ganar. Dicen los teóricos del fútbol que esa es la forja de los líderes. Pero aún así sobre el Arsenal sigue pesando la sospecha. Existía la sospecha que de ese jugar mal y ganar iba a llegar el batacazo. Y llegó. La sospecha de que este Arsenal no va a aguantar mucho más tiempo en la parte alta de la tabla (ojo al calendario que tiene por delante, Champions incluída). Veremos.

Muchas novias. Demasiadas. A estas alturas a Luis Suárez lo quieren en todos los sitios. Lo cierto es que el muchacho no se mueve del Liverpool. Quitando que tenga un mal día y devore (literalmente) a un jugador del equipo contrario, Suárez está en su momento. Es un fuera de serie. Un máquina. Un animal. El puto amo que diría uno de Sampedor.
Sin ir más lejos, este fin de semana ayudado por Sterling y un Liverpool que parece ir a más (tropiezo con el Hull mediante) dejó a su paso muchos cadáveres. Concretamente doce. Once chavales que responden al nombre de Tottenham Hotspur y un portugués que responde a las siglas AVB.

Un equipo a la deriva. Ese es el legado de Villas-Boas. El último batacazo la derrota contra el Liverpool. La mayor goleada encajada por el Tottenham en White Hart Lane en 16 años. El entrenador anteriormente conocido como íntimo amigo de Mourinho no ha terminado de encajar en la Premier. Su Oporto tenía buena pinta. Pero no terminó de cuajar en el Chelsea (tampoco es que le dejaran) y es la misma sensación la que ha dejado en los spurs. Cargarle todas las culpas al pobre AVB tampoco sería justo. Entre medias una gestión deportiva que a medida que pasan los días parece más pésima. Mas de 100 millones en fichajes que apenas si han rendido como se esperaban (Soldado incluído) y un conjunto que no ha sabido exponer en el campo lo que quería el portugués. La solución era sencilla (había durado mucho): un hasta luego (que suena a un hasta siempre) y que tengas suerte. Hay tiempo para una resurrección. Aunque sea mínima.

Álvaro Ramírez

@alvarord83
@YoSeDeLaPremier