Cristiano Ronaldo y Gareth Bale. Gareth Bale y Cristiano Ronaldo. A bote pronto, los dos futbolistas más caros de la historia del fútbol. Juntos en un equipo y separados dentro del campo, cada uno con su área de influencia. CR7 ha hecho de la banda izquierda su coto privado de caza; el galés parte por el carril derecho y ambos constituyen seguramente la pareja de extremos más demoledora del planeta.
A simple vista, los números de ambos en cuanto a goles, asistencias, remates… son abrumadores. Con ellos, el Real Madrid es eminentemente vertical y casi infalible. Cada partido, cada ataque supone todo un suplicio para las defensas tanto en el campeonato doméstico como en la Champions. Pero no son solo eso.
La aportación de estos dos gigantes se extiende más allá de su palpable producción ofensiva. Porque en un equipo como en un orquesta no solo es necesario tocar el arpa sino también el tambor y los timbales. Por ello a CR7 y Gareth no se les caen los anillos cuando toca arrimar el hombro para defender.
En su quinta temporada de merengue, Cristiano ha alcanzado su plenitud. A su tremenda voracidad y ambición hay que añadir ahora la madurez, tal vez por la edad, por su reciente renovación o por el nacimiento de su hijo, el caso es que su implicación con el club de Chamartín es máxima. Ya no solo vive por y para el ataque. Y eso que Ancelotti habló en verano de liberarle de trabajo sucio. A menudo se le ve bajando a echar una mano a Marcelo y no escatima esfuerzos a la hora de defender.
Esa capacidad de sacrificio que tanto gusta en el Bernabéu contagia a sus compañeros. Entre ellos a Bale. El ex del Totenham es todo un prodigio físico y aunque lo más visible son sus cabalgadas hacia delante tampoco elude el cuerpo a cuerpo y las coberturas. Cierto es que entre sus cualidades no está la recuperación pero si con su sola insistencia ayuda a ensuciar el juego del rival, bienvenido sea.
Bale y Cristiano, dos estrellas conscientes de su responsabilidad pero también de que dependen del colectivo para conseguir el éxito. Y hacen bien, porque así es como se arma un equipo ganador, en la solidaridad y en el compromiso. Sin ello, a la larga toda individualidad se diluye y se reduce al simple artificio huérfano de recompensa.
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