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Molowny, Tonono, Guedes, José Juan, Valerón, Silva, Pedrito, Vitolo, Jonathan Viera….. La escuela canaria se ha caracterizado por una tipología de futbolistas  que les gusta tener el balón, con mucho talento, una similitud al clásico futbolista sudamericano. En definitiva, son jugadores que dan espectáculo y por los que merece la pena pagar la entrada para ir a un partido de fútbol. Ayoze Pérez es el nuevo talento joven “made in Canarias” que ha aflorado esta campaña 2013/14.
Dotado de una capacidad técnica y desparpajo poco habitual en un futbolista de su edad (20 años) ha conseguido liderar a un Tenerife situado en media tabla y cerca de los aspirantes a meterse en play-off, siendo un recién ascendido de la categoría de bronce. Fue en dicha categoría donde hizo su debut en el “Tete” la temporada pasada, jugando la segunda mitad del campeonato, justo cuando un interés del Espanyol que quería incorporarlo a sus filas, aceleró su entrada en escena en el primer equipo. Velocidad, regates imposibles, una técnica depurada con el balón en los pies y sacrificio a la hora defender son sus mejores cualidades, justo las que le han llevado en una meteórica progresión, a ser en esta temporada el máximo goleador del equipo (12 dianas) y el segundo mayor asistente (4 asistencias).
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Los grandes equipos de Europa no han sido ajenos a la explosión de Ayoze, durante los últimos meses se le ha vinculado con una amplia variedad de equipos punteros europeos (Man City, Everton, Valencia, Sevilla…) pero parece que ha sido el Oporto quien se ha llevado el gato al agua. 1 millón de Euros y un porcentaje en un futuro traspaso es la tajada que han sacado unas debilitadas arcas chicharreras. Sólo el tiempo dirá si Ayoze podrá adaptarse a la élite, cualidades no le faltan, pero saber llevar la presión de un equipo opligado a ganar títulos en Portugal será algo nuevo con lo que tendrá que vivir el joven canario. De momento, podemos disfrutarlo en la Liga Adelante y quien sabe si podrá liderar un deseado ascenso con el equipo de su tierra. Su progresión no tiene techo.