Aquella campaña publicitaria para captar abonados dejó la pregunta grabada a fuego en las mentes de todo aficionado al fútbol. Nunca antes un “chascarrillo mediático” había encerrado tanto significado. Y es que, en mi caso, no le pregunto a mi padre ¿por qué somos del Atleti? Sino, ¿por qué será mi padre del Atleti?
Y la respuesta siempre la encuentro en su mirada. Esas retinas centradas y casi acuosas por no pestañear y perderse algún detalle de sus jugadores. Esos puños cerrados y tensos cuando sus delanteros se acercan al área rival o esas piernas en tensión cuando el contrario acapara la pelota. Fluido sanguíneo arriba y abajo. En ebullición desde que suena el himno colchonero. Esto es fútbol. Pasión por unos colores. Pero pasión bien entendida. Miradas de rabia, admiración, alegría, tristeza profunda, emoción, satisfacción, sorpresa, cariño … Sentimiento.
No deja de ser deporte. Un juego, a la postre. En el que se gana y se pierde. Y los atléticos saben muy bien de qué va ese partido. Descendidos a los infiernos, supieron sobreponerse al pozo que supone haber saboreado las mieles de la gloria para degustar césped rancio y desagradecido de la Segunda División. Siempre a la sombra de sus vecinos han sabido labrarse un camino en este mundo. Un camino de sentimientos que arrastran a su afición al Manzanares por muchas desilusiones que lleven en su mochila junto al bocata de media tarde. Orgullo de ser quienes son y de saber sus raíces. Algo esencial en la vida, y ¿por qué iba a ser distinto en este juego?
¿Qué significa ser del Atleti? Por mucho que intentes buscar una explicación, siempre encontrarás la misma respuesta: “no se es del Atleti, se NACE”. ¿Quieres saber realmente la respuesta? Mírales a los ojos. El “Cholo” lo ha hecho.