Cuando acabó el partido de ida todos daban por muerto antes de tiempo al Chelsea. Demasiado pronto. El Chelsea se mete en semifinales tras eliminar al PSG en una batalla campal épica que se decidió en el último suspiro gracias al gol del gladiador londinense Demba Ba.
Stamford Bridge, 38.080 espectadores
CHELSEA 2
Schürrle 32′, Demba Ba 87′PARIS SAINT GERMAIN 0
Minuto 87′. Una carrera por la banda de un José Mourinho alocado, mediando entre la celebración y el agarrón a Torres para decirle: «Nene, que quedan unos minutos, estáte al loro«. Al borde del final, en ese vértigo que produce asomarse al precipicio, la forja del Chelsea, curtido ya en mil batallas europeas, se paseaba por Stamford Bridge, ese estadio que el portugués ha terminado convirtiendo en una fortaleza prácticamente inexpugnable. Mourinho (si, Mourinho) lo volvía a hacer. Resonaban los ecos de otras tantas victorias y, sobre todo, de aquella reciente remontada al Nápoles tras un resultado en la ida como con el que se presentaban los blues. El Chelsea terminó alzando la Champions tras batir al Bayern de Munich en la final.
A estas alturas de la película, subestimar a un equipo de Mourinho es de locos. Subestimar al propio Mourinho, a secas, ya es de por si un ejercicio de esquizofrenia solo apta para hordas dejuntaletras que desconocen el significado de la palabra criterio y que se pierden en la delgada línea que separa al personaje del entrenador.
Mourinho planteó el partido en su cabeza y sus pupilos se encargaron de llevarlo a cabo. Esta vez, todo salió a pedir de boca. Secar al PSG era el primer paso del plan, asediarlo y rematarlo debía ser la consecuencia lógica de ese primer paso. Sin florituras, al más puro estilo Mourinho, todo ese plan en su conjunto debía tener unos aliados fundamentales. La fe. La intensidad. La garra. Mourinho crea equipos con alma, de eso no cabe ya ninguna duda.
Durante los primeros veinte minutos, el plan no funcionó. El PSG salió al Bridge a hacer su trabajo (sin Ibrahimovic) y hacer bueno el 3-1 de la ida en el Parque de los Príncipes. Posesiones largas y bloqueo al Chelsea para evitar que sus jugadores saliesen con el balón controlado. Blanc sabía que a los blues les hace falta muy poco para hacerse con el dominio del balón y salir en tromba dispuestos a morderte la yugular.
Formó Mourinho de inicio con Eto’o (recuperado de su lesión) en lo que se ha entendido como otro aviso (otro más) a Fernando Torres. No fue el único del partido. El primer contratiempo del Chelsea llegaba en forma de lesión. En el 17′ se retiraba Hazard y el portugués daba entrada a Schürrle. Para entonces, el Chelsea comenzaba a despertar y sus jugadores se iban creciendo. Inmenso David Luiz y su compañero Lampard, como también Ivanovic (que se perderá la ida de semifinales), Azpilicueta (una vez más) y John Terry. Flojeó más Willian pero poco importa ahora. El Chelsea poco a poco logró ir dándole forma al plan Mourinho sin perder de vista la retaguardia. El PSG comenzó a defender cada vez más cerca de Sirigu y su ataque se iba diluyendo poco a poco ante la presión de los blues, que impedían las conexiones de Lavezzi y Lucas Moura con el siempre hambriento Cavani.
Llegó entonces el primero. A raíz de un saque de banda, peinado por David Luiz, que dejó el balón para que Schürrle, solo, alojara el balón en la red. Primera parte del plan, desbloqueada. El Chelsea conseguía marcar el primero.
En la segunda parte, los de Mourinho aumentaron la presión. O todo o nada. A morir con las botas puestas. Los franceses lo notaron y se marcharon del partido, siendo superados durante más de la mitad del segundo acto.
El tiempo se agotaba y era momento de ir quemando naves. Salió Lampard. Entró Demba Ba. El que sería héroe de la noche minutos más tarde. Blanc optó por sacar a Lavezzi y meter a Pastore. Así, en plan, a ver si me lía la del partido de ida. Pasado el 80′, Mourinho sentó a Óscar y (entonces si) dio entrada a Fernando Torres.
Muchas cosas habían sucedido. Llegadas, córners peligrosos, despejes de Sirigu y dos balones al larguero en un minuto (Schürrle y Óscar).
En el 87′, cuando el partido moría, el PSG ya estaba metido en su campo. Acoso y derribo de los de Londres. El balón se pasea hasta por delante de cuatro jugadores y es Demba Ba el que pone la fe. La intensidad. La garra. El alma de los equipos de Mourinho. Carrera por la banda. Entre la celebración y la advertencia. Mourinho (sí, Mourinho) volvía a conseguirlo.
A estas alturas de la película, subestimar a un equipo de Mourinho es de locos. Subestimar al propio Mourinho, a secas, ya es de por si un ejercicio de esquizofrenia solo apta para hordas dejuntaletras que desconocen el significado de la palabra criterio y que se pierden en la delgada línea que separa al personaje del entrenador.
Mourinho planteó el partido en su cabeza y sus pupilos se encargaron de llevarlo a cabo. Esta vez, todo salió a pedir de boca. Secar al PSG era el primer paso del plan, asediarlo y rematarlo debía ser la consecuencia lógica de ese primer paso. Sin florituras, al más puro estilo Mourinho, todo ese plan en su conjunto debía tener unos aliados fundamentales. La fe. La intensidad. La garra. Mourinho crea equipos con alma, de eso no cabe ya ninguna duda.
Durante los primeros veinte minutos, el plan no funcionó. El PSG salió al Bridge a hacer su trabajo (sin Ibrahimovic) y hacer bueno el 3-1 de la ida en el Parque de los Príncipes. Posesiones largas y bloqueo al Chelsea para evitar que sus jugadores saliesen con el balón controlado. Blanc sabía que a los blues les hace falta muy poco para hacerse con el dominio del balón y salir en tromba dispuestos a morderte la yugular.
Formó Mourinho de inicio con Eto’o (recuperado de su lesión) en lo que se ha entendido como otro aviso (otro más) a Fernando Torres. No fue el único del partido. El primer contratiempo del Chelsea llegaba en forma de lesión. En el 17′ se retiraba Hazard y el portugués daba entrada a Schürrle. Para entonces, el Chelsea comenzaba a despertar y sus jugadores se iban creciendo. Inmenso David Luiz y su compañero Lampard, como también Ivanovic (que se perderá la ida de semifinales), Azpilicueta (una vez más) y John Terry. Flojeó más Willian pero poco importa ahora. El Chelsea poco a poco logró ir dándole forma al plan Mourinho sin perder de vista la retaguardia. El PSG comenzó a defender cada vez más cerca de Sirigu y su ataque se iba diluyendo poco a poco ante la presión de los blues, que impedían las conexiones de Lavezzi y Lucas Moura con el siempre hambriento Cavani.
Llegó entonces el primero. A raíz de un saque de banda, peinado por David Luiz, que dejó el balón para que Schürrle, solo, alojara el balón en la red. Primera parte del plan, desbloqueada. El Chelsea conseguía marcar el primero.
En la segunda parte, los de Mourinho aumentaron la presión. O todo o nada. A morir con las botas puestas. Los franceses lo notaron y se marcharon del partido, siendo superados durante más de la mitad del segundo acto.
El tiempo se agotaba y era momento de ir quemando naves. Salió Lampard. Entró Demba Ba. El que sería héroe de la noche minutos más tarde. Blanc optó por sacar a Lavezzi y meter a Pastore. Así, en plan, a ver si me lía la del partido de ida. Pasado el 80′, Mourinho sentó a Óscar y (entonces si) dio entrada a Fernando Torres.
Muchas cosas habían sucedido. Llegadas, córners peligrosos, despejes de Sirigu y dos balones al larguero en un minuto (Schürrle y Óscar).
En el 87′, cuando el partido moría, el PSG ya estaba metido en su campo. Acoso y derribo de los de Londres. El balón se pasea hasta por delante de cuatro jugadores y es Demba Ba el que pone la fe. La intensidad. La garra. El alma de los equipos de Mourinho. Carrera por la banda. Entre la celebración y la advertencia. Mourinho (sí, Mourinho) volvía a conseguirlo.