Yo nací blanco blanquísimo, y así moriré porque cuando se sienten unos colores desde pequeño y no los cambias durante toda tu infancia, ya los tienes instalados en el alma. Pero es que además tengo la suerte de que un rayo rojo rojísimo recorriera ese pecho blanco para instalarse en mi corazón. La primera vez que fui al estadio del Rayo Vallecano fue un domingo por la mañana de no recuerdo que año, pero sí del partido y el resultado Rayo Vallecano 4 UD Salamanca 2 (segunda división) .

Ese primer contacto me hizo ver, ya de niño, que en aquel pequeño estadio de un barrio que se parecía mucho al mío, se metían goles, se jugaba bien al fútbol y había un ambiente especial, familiar y de gente trabajadora, sencilla, humilde, pero a la vez tremendamente orgullosa de su equipo. Pero no fue hasta muchos años después, temporada 2002-2003 que mi amigo culé de la infancia y yo decidimos disfrutar del fútbol y de unos colores juntos y abonarnos a un equipo. Los dos grandes de Madrid estaban descartados por razones obvias, y tras sopesar la opción del Getafe, que nos pillaba cerca del barrio y estaba de moda por haber subido a primera, nos decidimos por el Rayito, del que disfrutamos un año quedándonos una sensación agridulce al descender esa temporada a segunda división. Los quehaceres de la vida hicieron que no renováramos abono, aunque siempre nos quedó el recuerdo de lo bien que lo pasábamos cada 15 días ese año que fuimos socios del Rayo Vallecano.

Tras unos años en los que miraba de reojo las dificultades del equipo en segunda y segunda B y tras pasar una muy mala racha personal, decidí abonarme de nuevo el año en el que equipo consiguió salir del infierno de segunda B y alcanzaba de nuevo la categoría de plata. Ahora que lo pienso era como una especie de terapia conjunta y de propósito de superar las dificultades que tanto este equipo como el que os escribe, habíamos vivido. Pronto se unió otro amigo (este merengón) y ya en primera el argentino más hincha de toda la afición del Rayo. En total 6 temporadas seguidas, tres en segunda y las tres últimas en primera. En estos años he visto, y sobre todo vivido, de casi todo… remontadas, empates a 2, a 3, a 4, goles olímpicos, goles del portero, apagones, victorias, derrotas, jugadores de 40 años emocionados, entrenadores carismáticos, presidencias lamentables, y como no… el ascenso y el «tamudazo». Pero lo que consiguió enamorarme enseguida de este equipo fue el ambiente del campo, el compromiso de la afición y de los jugadores, la comunión perfecta entre todos, que incluso en las derrotas y los momentos difíciles remamos en la misma dirección. Al placer de hacer algo con amigos cada 15 días (y de esta manera seguir gozando de su compañía) se unió de inmediato el sentimiento hacía un equipo «pequeño» y por pequeño quiero decir completamente diferente a lo que estaba acostumbrado, es decir ganar casi siempre o estar obligado a ello, cambiado por la ilusión de cada victoria, de todas.

Para mí este equipo es muy grande. Un buen amigo pimentonero (seguidor del Real Murcia) me dijo un día que yo no podía entender lo que era un ascenso a primera división, que superaba a casi cualquier título del Real Madrid. Años más tarde, cuando subió el Rayo a primera le tuve que dar la razón. Este orgullo de ser rayista que albergo, puede trasladarse a la trayectoria del equipo esta temporada. Condenado a los puestos de descenso en una primera vuelta en el que las goleadas se sucedían semana tras semana, con un juego vistoso sí, pero con errores garrafales en defensa que condenaban al equipo a empezar perdiendo casi todos los partidos, a veces por regalos de 1 o 2 goles. Hubo muchos que incluso nos dejamos llevar y pensar si no sería mejor cambiar el estilo, jugar con el autobús y ser menos arriesgados, en contra de lo que siempre defendió Jémez (mea culpa por dudar de ti Paco). Hace dos o tres meses casi todo el mundo daba por descendido al equipo (varios rayistas incluidos) pero siempre había un espíritu de ilusión, que unido al trabajo del equipo corrigiendo los fallos del sistema, sobre todo en defensa, unido a acertadas campañas y eslóganes como el «Juntos Podemos» o el «Ahora Rayo Ahora» dirigidos a una afición que siempre está dispuesta a participar, consiguió contagiar a la plantilla, que victoria tras victoria fuera acercándose al objetivo que finalmente se ha conseguido hoy en Granada, la permanencia por cuarta temporada en primera división. Puede que a un aficionado de fútbol de equipos que salen más en la tele y que tienen millones de seguidores les parezca poca cosa, pero si tenemos en cuenta que equipos históricos (con títulos nacionales e internacionales) como el Depor, el Zaragoza, el Mallorca, el Villarreal o el Betis no lo han conseguido en los mismos años, indica que lo del Rayo Vallecano es toda una proeza.

En esta fulgurante y exitosa segunda vuelta hay, en mi opinión, dos momentos claves. El primero de ellos se dió al finalizar el partido contra el Sevilla con una nueva derrota en Vallecas. La afición encabezada por los Bukaneros del fondo pidieron a los jugadores que salieran de los vestuarios al campo para hablarles y darles su apoyo. Ese gesto caló muy hondo en los jugadores (como muchos de ellos han reconocido) tanto que no se han olvidado de corresponder a la afición al final de cada partido, con bailes, cánticos, banderas y gestos cómplices hacía la gente que les alentaba durante todo el partido. El segundo fue en Donosti, en la victoria del Rayo Vallecano ante uno de los equipos que mejor juegan y mayor calidad tienen en esta liga, la Real Sociedad. Se llegaba a Anoeta con un buen par de resultados y al rayismo haciendo cálculos mirando un calendario repleto de enfrentamientos directos con equipos involucrados en la lucha por eludir el descenso. Al igual que yo, muchos rayistas no habían contado con sacar puntos del estadio txurriurdin, pero tras un partidazo se consiguieron 3. Ese día el equipo dio por primera vez la sensación de estar plenamente capacitado para ganar a casi cualquier rival (la goleada del Bernabeú estaba totalmente asumida, y además se produjo con elogios a los de Vallecas y silbidos a los de casa). A partir de ahí la salvación se ha ido trabajando día a día, partido a partido, como diría aquel, hasta hoy. Para terminar, quiero disculparme por este artículo que me ha salido demasiado «personal» pero quería que todos supierais lo feliz que me hace que un día un rayo rojo-rojísimo cruzara mi pecho blanco-blanquísimo para instalarse definitivamente en mi corazón… y es que al fin y al cabo «la vida pirata la vida mejor»…