Nos encontramos en el Martínez Valero, un Elche atenazado se enfrentaba a un rival directo por la salvación, un Getafe venido de más a menos en Liga, pero con grandes figuras en su plantilla, algo que no siempre es sinónimo de resultados, pero que ayuda. Los susurros volaban en el estadio ilicitano, un encuentro repleto de nervios y tensión hacía presagiar que los 3 puntos no se quedarían en casa, que una oportunidad de distanciarse de un contrincante inmediato se escapaba a cada minuto que transitaba en el marcador. Es ahí cuando llegamos a los segundos de plegarias, rezos, oraciones, votos y suplicas, agarrándonos a cualquier centro, cualquier saque de banda es bueno, hasta un balón colgado desde nuestra área puede ser ocasión de gol ante nuestros ilusionantes ojos.

Son más de 30.000 almas aunando un mismo deseo: el gol. Un gol que los aleje de los puestos de descenso, del infierno de la segunda, que los acerque a la Liga de las estrellas donde tanto han luchado y sufrido por mantenerse. Es este momento, cuando menos lo esperas, cuando todo está perdido, cuando la pérdida de fe comienza a surgir… ahí es cuando aparecen los milagros: minuto 93, el público desprecia sentarse en sus asientos, los nervios no te dejan alentar y llega el centro de Carles Gil, 30.000 cabezas quieren rematar ese centre y solo Boakye puede rematarlo, y lo hace, vaya que si lo hace, es gol, el gol de la ilusión, de la alegría, del entusiasmo, no de la salvación, pero si de un gol que no vale 3 puntos, mucho más que 3 puntos, es el gol del impulso, del trampolín de la salvación.

Por ello es que cuanto menos esperamos las cosas, mas grande es la alegría cuando sucede, y ante este hecho, que comience la Beatificación de Richmond Boakye.

  Fotografías: franjiverde.com y futbolowers.com