Las realidades cambian, las evidencias se disipan, las opiniones se reconstruyen, aun más en el fútbol. De todo esto deberá de saber mucho Angél Di María. Muchos han sido sus coletazos esta temporada, en muchos momentos se ha visto fuera del Real Madrid y algunos madridistas han deseado que saliera del club blanco.

Muy lejano parece que queda el famoso acomodamiento de sus partes delante de un Bernabeu que pitó su actuación. Muy lejano parece que queda esa disculpa a la afición blanca entre dientes con vergüenza y quizás un poco de arrepentimiento. Ahí donde los debates caían sobre su cabeza, donde Ángel Di María estaba más cerca del paredón que del cielo del Benabeu. Después de ese desafortunado gesto que solo el propio jugador sabe con que intención , si es que la había, lo hizo los debates sobre Özil y él volvían, los rumores sobre su salida sonaban de forma ruidosa y su imagen ante la opinión pública empeoraba.

Pero entonces Angél Di María es el único jugador capaz de hacer que la -exigente y sensible al pitido sibilino bastante recurrente con cualquier jugador que no sea de su gusto- afición blanca pase de los pitos y las férreas criticas a la ovación cerrada y absoluta. El jugador argentino se ha enfrentado a todo tipo de retos esta temporada, a una encrucijada que se dividía en dos caminos: bajar la cabeza, agachar los brazos y buscar y negociar un nuevo destino donde las cosas sean más sencillas o trabajar trabajar y demostrar que es un jugador de la talla que el Real Madrid merece .

El camino que escogió Di María lo vemos partido a partido, aún hay a gente que le puede extrañar, pero solo hay que ver como es este jugador en el campo para entender como es fuera de él. Comprometido, luchador, con carácter, con pasión, profesional y sobre todo que entiende y cree que la única forma de llegar al éxito es el esfuerzo. Sólo los jugadores como el son capaces de callar miles de boca que aupaban en su contra, que se servían de argumentos -algunos más de peso que otros- para explicar porque el Real Madrid no era su sitio, para que toda la gente que en un momento dijo que porque Özil y no Di María, toda la gente que dudo de él haya tenido que terminar rindiéndose a su juego pero sobre todo a su lucha.

El jugador ante el que nos encontramos ahora es un indispensable en el equipo, una bala en el revolver cuando el Madrid lo necesita, la solidaridad personificada y el sacrificio encarnado. EsteDi María ha sido indispensable para conseguir ese ansiado equilibrio que el conjunto blanco de hace unos meses no conseguía de forma tan contundente y que su entrenador reclamaba en cada rueda de prensa o para hacerse el líder y el peso del equipo en la final de Copa frente al FC Barcelona, y bien lo sabían sus rivales que estaban continuamente encima de él sabiendo que de sus botas saldría el peligro pero mucho mejor lo supo pinto. Este es el nuevo Di María completamente incuestionable.

Se le podrá negar, debatir o discutir cualquier cosa. Quizás hay días en los que sale en hombros y días en los que la eficacia y el acierto son su más temido enemigo. Pero jamás nadie podrá decir de este jugador que no se deje el alma en cada partido. Si hay algún jugador que tiene que dar ejemplo de lo que hay que poner en cada encuentro ese es él. Si hubiera en el campo, en cada partido 11 jugadores que jueguen con la garra y el corazón de Angél Di María el sextete se quedaría corto para un equipo como el Real Madrid. El Santiago Bernabeu podrá negarse a cualquier jugador, incluso a los que tienen una calidad indescriptible, pero nunca se podrá negar a los que sudan y defienden este escudo como si su vida dependiese de ello.