Empezaré diciendo algo obvio, redundante, algo que a alguna gente que no ame las rayas blaugranas podría parecerle insignificante, pero que ahora mismo parece estar en desuso, para desgracia del club y es que si algo le aportó Tito Vilanova al Fútbol Club Barcelona fue, nada más y nada menos, barcelonismo.
Un niño para el que la mayor fuente de felicidad durante su infancia fue vestir el chándal con el escudo del club que amaba, que ama y que seguirá amando allá donde vayan los que gustan de invertir su tiempo en ver esa bendita extensión de su corazón rodar sobre el césped, al son de una melodía acompañada por parte de 11 tipos sudorosos y el griterío de una afición que, aún siendo de distinto sexo, raza o creencia, durante 90 minutos componen una perfecta figura. Ese niño que en el 88 cumplió un sueño cuando entró en la Masía y que año a año iba dejándose el alma en cada uno de los equipos que defendió.
Siempre trabajando en la sombra. Nunca fue jugador de portadas ni de grandes equipos disputando competiciones europeas cada año, pero él estaba más a gusto trabajando en la sombra. Barcelona, Figueres, Celta, Mallorca, Badajoz, Lleida, Elche y Gramanet fueron los testigos del trabajo de un guerrero con la lucha y la felicidad por bandera.
El niño volvía a casa, convertido en hombre y en entrenador. Fue un simple amago de lo que estaría por venir, apenas dos años dirigiendo al Cadete B del Fútbol Club Barcelona, antes de que Sandro Rosell decidiera que era lo mejor deshacerse de la mitad de los entrenadores del fútbol base del club (Rosell y sus grandes decisiones…).
En verano de 2007 comenzaba la más grande epopeya de la vida de nuestro niño nacido en Bellcaire. Y comenzaba, como siempre le ha gustado a él, en la sombra. En esa temporada, sería el segundo de a bordo de un tal Pep Guardiola. Al año siguiente, nuestros Don Quijote y Sancho Panza particulares, cogerían las riendas del primero equipo. Y poco tenía que ver é ste con Rocinante o el rucio de Sancho, más bien tenía que ver con el valeroso Bucéfalo saliendo al galope de Grecia para hacerse con el mundo.
Y aquí, en el año 2008, es cuando empezó la verdadera y más grande aportación de Francesc Vilanova i Bayó a nuestro Fútbol Club Barcelona, hacer un verdadero equipo. Porque necio sería el que no viera que el segundo entrenador, tiene uno de los papeles más fundamentales de nuestro querido fútbol (aunque en los medios solo hablen de su existencia cuando el primer entrenador de cualquier equipo es expulsado). Recordemos, que antes de la moda de fichar un entrenador y a todo su cuerpo técnico, el segundo entrenador lo ponía el propio club. Porque es el que más vestuario hace, el que une a un equipo. Es el que coge el diseño del primer entrenador, coge las telas necesarias y cose el vestido por el que todas las adolescentes se pelean para el baile de fin de curso. Todo eso era Tito Vilanova.
“Nunca te ha gustado ser protagonista, porque eras discreto por naturaleza” explicaba Roura en la despida a Tito. “La vida es demasiado corta para dedicar tiempo a las cosas que no te hacen feliz” exponía en el mismo acto Carlota Vilanova, hija de Tito, enseñándole al mundo el mejor consejo que su padre le había dado y el mejor que puede darnos a cualquiera de nosotros.
Discreción, felicidad, trabajo, humildad y lucha, nunca dejar la lucha. Esas son las claves del Barça que enamoró al mundo desde 2008 hasta 2012. Esas eran las virtudes del niño que un día vestido con un chándal del Barcelona, decidió que bailar en la oscuridad, seguía siendo bailar. Eso aportó al Fútbol Club Barcelona. Ese es el legado de Don Tito Vilanova.
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