“No sé contar muchos cuentos, siempre prefiero hablar de realidades”, Diego Simeone.
Érase una vez un hombre que era tan loco pero tan loco que se burló de que el Atlético de Madrid fuera un equipo de fútbol. No está grabado en algún dispositivo móvil, pero sí en mis recuerdos. Eran esas épocas en las que Diego Costa ni jugaba de rojiblanco, Simeone era un argentino que tenía más posibilidades de perjudicar su imagen de ídolo del Atleti que de salvar la era “Manzano” y Falcao era pitado en el Calderón. Mario todavía usaba pelo largo y no nos quedaba otra que alabar a Forlán y al Kun Agüero, a pesar de que, en el momento de sus partidas, habían demostrado no querer tanto al Atleti como nosotros pensábamos.
Todos asumíamos que nuestro techo era ser terceros o cuartos en Liga y llegar a los octavos o cuartos de final en Champions. No más. Ni siquiera nos dábamos ni nos daban, como ese hombre tan pero tan loco, el derecho a soñar. Iban pasando los meses y los pronósticos de los analistas deportivos y ex-futbolistas se iban cayendo uno a uno. Los que nos tildaban de violentos y de jugar sucio tenían que ceder y reconocer que no era descabellado pensar que ese equipo que humillado por un Segunda B podía convertirse en el mejor equipo del mundo. Porque érase una vez un equipo tan pero tan valiente, optimista, trabajador, rebelde y soñador, que no entendió lo que la prensa, fanáticos y dirigentes les querían decir. Solo entendieron lo que alguna vez Luis Aragonés les quiso decir y lo que Diego Simeone se encargó de continuar: “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar, y ganar y ganar y ganar y volver a ganar… eso es el fútbol.” (http://www.youtube.com/watch?v=sonJKpT_XHE) Eso es el Atleti.
Ayer, en el Camp Nou, una vez más se le presentó a ese equipo un reto inmenso y a ese hombre tan loco la posibilidad de no serlo. Los jugadores estrella del equipo, Diego Costa y Arda Turan, se iban llorando de la cancha antes de los 25 minutos: su cuerpo ya no aguantaba más. Alexis Sánchez anotaba, de seguro, el mejor gol de su carrera, un misil que tal vez nunca vuelva a repetir. Y otra vez todos recordaron a esos equipos humildes que se quedaron en el casi, que mostraron que la humildad y esfuerzo no eran suficientes y que luego volvieron a las sombras de los poderes establecidos. Recordaron al Athletic Bilbao de hace un par de temporadas, a la Roma que osó enfrentarse al Inter de Mourinho, al Villareal de Pellegrini, incluso al Dortmund de la temporada pasada. Una vez había dicho Filipe Luis que la historia nunca iba a estar escrita. No sé qué habrá ocurrido en el vestuario pero todos los rojiblancos salieron mentalizados de que si alguien tenía que escribirla, ellos iban a ser los autores.
Con los palos, las ocasiones erradas, pero el tremendo esfuerzo físico de Villa, con la calidad en los botines de Koke y Gabi, con un Adrián que ya se habrá dando cuenta que no encontrará mejor lugar para estar que el Atleti, con la solidez defensiva y los goles claves en las finales de Miranda, en Copa, y Godín, ayer, con un Tiago que rejuveneció varios años si ese era el requisito para quedarse en el glorioso, con unos laterales que me mostraron que se puede defender y también atacar tanto y tan bien como Filipe Luis y Juanfran, con un Raúl García que se tragó los escupitajos, insultos y pitos para transformarlos en goles y con un Courtois que si volviera a nacer, escogería ser canterano del Atlético de Madrid. Con todo eso y con el infractuo Simeone, como ya no quedan calificativos para el argentino decidí crear una nueva palabra, Godín se elevó en todo lo alto para, con la fuerza de los millones que querían soñar, anotar el gol más deseado de los últimos tiempos en la historia del fútbol. Un gol que se celebró en distintas partes del globo porque era la prueba de que sí se podía.
El Camp Nou se levantaría, en un gesto poco visto en el fútbol, para aplaudir al rival que les había dejado sin Liga. Por ser un ejemplo en el fútbol mundial y un ejemplo de vida que si se agrega como un curso escolar o universitario, estoy seguro que serviría mucho más que algunos de los ya existentes. Hay cosas que nunca podremos arreglar como la incompetencia de Villar y compañía de negarse a entregar el trofeo el sábado, pero sí todo lo que esté a nuestro alcance. Sin temor, sin complejos, sin conformismo y con un miedo que en vez de perjudicarnos, termine por darnos más coraje y concentración.
El argentino había escrito que después de lograr un campeonato, se queda paralizado y no puede disfrutar. Se queda pensando en todo lo que costará volver a repetirlo y luego, en el hotel, se arrepiente de no haber gozado del momento. Tal vez eso pensaba Simeone mientras estaba en el banquillo y los jugadores celebraban. Espero que esta vez sí lo hayas disfrutado, Cholo. Porque como tú mismo dices: “La felicidad consiste en vivir el presente de la mejor manera. Pensar en el futuro no conviene demasiado, si lo hacés, a menudo se te escapa lo que tenés delante”. Al menos hoy, tocar disfrutar y no pensar. Sin querer, Cholo, has contado un cuento que se trasladará de generación en generación mientras una pelota siga rodando en algún lugar del mundo. Érase una vez un equipo llamado Atlético de Madrid..
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