Era junio del año 1992. Uno había visto al Atlético hacía algunas horas (bastantes, para ser sinceros) ganar la Copa del Rey al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. En un pub cualquiera, cuando ya casi amanecía en Madrid, pincharon “Lobo hombre en París”. Alguna que otra copa de más (y no del Rey, precisamente, pero también) hizo que unos cuantos aficionados rojiblancos tuneásemos la canción de La Unión hasta cantar algo parecido a esto:
Cae la noche y amanece en Madrid
Fue en el día en que todo ocurrió
Como un sueño de locos sin fin
La fortuna se ha reído del Madrid
Mientras está cenando, junto a él se ha sentado una joven,
con la que irá a contemplar: “la luna llena sobre Madrid”
……
“La luna es rojiblanca en Madrid”
Aquello me marcó de tal forma que, cada vez que un gran éxito atlético me encuentra en un pub, pregunto si es posible escuchar esa canción. Y el sábado pasado, tras empatar en Barcelona y ser campeones de Liga 18 años después, no podía ser de otra forma. Y no puedo evitar acordarme de aquella noche de Junio del 92. Uno ya había visto ganar en el Bernabéu la Copa del 86 al Athletic y la del 91 al Mallorca pero la del 92 fue especial, fue diferente; sería por ser al Madrid, sería por celebrarla hasta las mil por las calles de Madrid, sería por lo que fuese … pero fue especial.
Y son 22 años y las cosas han cambiado mucho para mí. En el 92, era un crío (o no tanto) que salía de copas hasta las mil; hoy, en 2014, soy padre de un niño de 3 años al que intento inocular el veneno atlético, al que llevé a un pub irlandés a ver el partido final de Liga, con el que quiero compartir esa pasión y esa forma de vida llamada “Atleti” pero, también, un niño que todavía se asusta y llora cuando, ya sea sólo o en compañía, su padre no puede reprimir un grito porque el Atleti haya marcado un gol importante. Me pasó en casa, sólo con él, cuando Diego Costa marcó el 1 a 2 en Stamford Bridge; era (casi) la clasificación para la final de Champions. Y me pasó, en un pub, el sábado pasado cuando Godín marcó el gol que (casi) nos daba la Liga.
Pero hay algo común en todo esto: desde aquel 27 de junio del 92, el “Lobo hombre en París” de La Unión quedará, en mi vida, atada y enmarcada para siempre en los éxitos del Atleti.
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