Luis Fariña celebrando un gol en Riazor (foto de Marca).
Agosto de 2014, Estadio Municipal de Riazor, final del Teresa Herrera, el Dépor y el Sporting de Gijón disputan un partido aburrido, de ritmo lento, típico de un torneo de verano. En la grada perdura la resaca del partido del día anterior, una gran actuación del equipo y, por encima de todo, un nombre propio sobrevuela las cabezas de los aficionados: Luis Fariña.
Argentino, de tan solo 23 años y mediapunta. Llega al Dépor en pleno verano sin hacer mucho ruido. No es un jugador conocido, viene cedido por el Benfica y hace unos años tuvo una lesión de ligamentos. Pronto demuestra su carácter argentino, promete pelea y dice que su fútbol es siemprecon balón.
En el descanso, Víctor Fernández, decide dar entrada al héroe de la semifinal. Fariña es recibido por Riazor con una ovación sólo reservada para jugadores con un gran bagaje en el club. En el primer balón que toca tira un caño imposible y recibe un entradón. La grada se viene arriba. En el segundo balón demuestra la clase de jugador qué es y el fútbol que puede aportar al equipo en su retorno a primera. Recibe en el medio del campo, encara con velocidad a su par, combina con un compañero, la pared es perfecta y supera la presión de la línea del medio campo, recorta a la defensa, se hace un hueco y dispara desde la frontal.
Velocidad, regate, juego combinativo, verticalidad, último pase, llegada y goles. Eso es Luis Fariña. Un jugador al que le gusta tener elbalón y participar en el juego del equipo. Puede dar salida al centro del campo jugando entre líneas y llevar peligro a la portería contraria. Es ese jugador que conecta en el último tercio del campo.
Sin embargo, Víctor Fernández le ha situado en los primeros partidos del Liga en la banda izquierda. En el papel de extremo Fariñapierde protagonismo. No entra tanto en contacto con el balón y juega siempre hacia dentro de forma que es más fácil para el equipo contrario cerrarle los huecos. Es por ello que ha perdido algo de protagonismo en estos partidos.
Quizá el dibujo que plante el Míster no es el que más le favorece a un mediapunta puro, pero deberá adaptarse y encontrar su sitio. Riazor le espera con las palmas preparadas.
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