El fútbol cumple con todos los requisitos para ser una religión. En primer lugar, tiene algo a quien adorar, alguien visible y que obra milagros cada fin de semana en el césped. En cada sucursal de la religión fútbolera adoran a un santo diferente: en la parroquia del Camp Nou, tienen a Messi; en la de Chamartín, a Cristiano Ronaldo; en la del Manzanares, Simeone, y así en cada una de las sucursales españolas. No obstante, el fútbol es la única religión que no se fragmenta y no cree dependiendo del país en principios diferentes a los de otros lugares. La biblia de esta religión es esférica y la usan nuestros representantes para mostrarnos el camino. Nuestros apóstoles son aquellos que han hecho leyenda, y se les respeta, aunque vistiesen otros colores distintos a los nuestros. Cada década, pasan varios a la historia porque han acercado al fútbol a miles de personas. Algunos, pronto lo serán, pero aún siguen en activo: Xavi, Pirlo, Totti…, y dentro de muchas décadas, algunos de los que empiezan a destacar englosarán esta lista honorífica.

 

Cada día de fiesta es día de partido y la forma de saber de la felicidad de nuestros parroquianos es la celebración, el grito conjunto en cada sucursal: “¡GOL!”

Tenemos un problema, como en muchas otras religiones, ya que algunos energúmenos que realmente no aman nuestra religión creen que las visitas a otras parroquias son para pelear con otros energúmenos de esa u otras parroquias cercanas. Pero son los menos, por supuesto.
Nuestros arzobispos, no siempre aciertan, pero realmente intentan hacerlo lo mejor posible. También les llamamos árbitros e intentan impartir justicia. El papa es Joseph Blatter, aunque todo apunta a que le quedan dos telediarios, porque no estamos muy contentos con él. En nuestra religión no pedimos sacrificios, solo a nuestros representantes, que se dejen el alma en el verde, porque nosotros nos la dejamos en los cánticos. Un buen trato, parece.
Sobre nuestros mandamientos os haré un pequeño resumen: amarás al fútbol sobre todas las cosas, disfrutarás cada Mundial como si fuese el último, nunca dejarás de apoyar a tu equipo y, por último, nunca negarás a tu parroquia.
Para unirte a nosotros, solo tienes que cumplir estos requisitos descritos arriba y ya eres uno de los nuestros. No importa el equipo, ni la ideología, ni el color o la nacionalidad, cuando el balón rueda, todos somos uno.