El pasado sábado el Santiago Bernabéu presencio el adiós a una liga que como ha definido hoy el propio florentino ha sido “dispar “. Con subidas y bajadas. Una liga en la que el Real Madrid ha tenido rachas en las que era completamente irreconocible y sin embargo otras en las que ha brillado como nunca. Lo hemos visto remontarla a pesar de que para muchos ya era del Barcelona y lo hemos visto dejarla escapar de sus propias manos. Una historia que es repetida por segundo año consecutivo. El detonante fue Valencia, pero no el culpable porque esta liga solo la ha perdido el Real Madrid. Terminó el partido con orgullo, luchando, empujando, sufriendo y con la mala suerte de su lado, termino como tiene que terminar el Real Madrid cuando un partido significa derrota. Ahí no se nos fue la liga porque se nos había ido mucho antes.
Después de esta temporada solo quedan dudas. Dudas de si el banquillo lo seguirá ocupando Carlo Ancelotti, de si Casillas se despedirá de Madrid, dudas de la situación de Bale, de la condición física de Cristiano y sobre todo dudas de este equipo. Un equipo que es capaz de lo mejor y de lo peor, con una inestabilidad impropia de un equipo grande y con una inmadurez que cuesta digerir. La Liga es esa piedra con la que el Real Madrid se ha tropezado varias veces, de la misma forma, sin aprender, sin remediarlo. La incertidumbre y la decepción de caer de lo más alto es el trago que le toca al madridismo. Esperar es la única baza que nos queda, esperar que termine esta temporada y renovar las suficientes fuerzas para la siguiente. Esperar y no olvidar que somos el Real Madrid y el Real Madrid siempre vuelve.