Aunque no comparto ningún tipo de vínculo con los equipos de la ciudad, yo he nacido y he crecido en Madrid, por lo que no puedo evitar que la mayoría de mis amigos sean aficionados del Madrid, Atlético, y algún que otro del Rayo. Hace seis años a pesar de varios problemas institucionales que provocaron la dimisión de Ramón Calderón, una plaga de lesiones que afectó al equipo toda la temporada, y un Barcelona imparable que iba camino del triplete, el Real Madrid llegaba con opciones de ganar la Liga en su partido liguero contra el conjunto culé. Uno de mis amigos era (y sigue siendo) abonado del Madrid e iba ir al partido. Ese día por la mañana me encontré con él y le pregunte que como veía el choque y él me dijo que tenía cero esperanzas ya que el Barcelona era sin duda mucho mejor equipo. Como muchos recordarán el resultado de ese partido fue un contundente 2-6, por lo que de forma lógica razone que mi amigo debía de estar un tanto hundido. Sin embargo, cuando le vi al día siguiente, no parecía que la derrota le hubiese afectado para nada. Realmente no me esperaba verle llorando por las calles, pero si al menos un poco de melancolía en su mirada. La razón por la que mi amigo no se sentía así era porque ya se esperaba lo que iba a pasar. Obviamente no se imaginaba una derrota tan contundente, pero él ya tenía asumido que su equipo no tenía opciones reales.
Lo que vengo a decir con toda esta historia es que para que haya decepción, debe haber primero esperanza. Para demostrar este punto podemos poner mil ejemplos de lo que vivimos en el día a día como aficionados. ¿Qué hay de esos equipos que llegan a una final de Champions contra todo pronóstico? Equipos como el Valencia, Mónaco, Leverkusen, Atlético, Dortmund,….todos estos equipos probablemente no esperaban llegar a una final de Copa de Europa, por lo que llevarse la plata ya debería ser suficiente. Pero claro, según vas compitiendo tus expectativas van creciendo, y cuando llegas al partido decisivo, después de haber ganado muchos encuentros, al final uno acaba pensando que es posible ganar, o que incluso están destinados a hacerlo ya que puede ser su última oportunidad. Ese momento en el que mueres en la orilla después de haber remado tanto, es uno de los mas dolorosos que un aficionado puede sufrir.
Pero volvamos de nuevo al otro extremo, en el que el fracaso no siempre va acompañado de decepción en el caso de que la historia de amigo no parezca válida. Normalmente cuando un equipo sale goleado de un partido los aficionados y la prensa se suelen cebar con él, pero cuando es un conjunto pequeño el que sufre esta masacre de manos de un Madrid o un Barcelona, los ánimos no están tan caldeados, y es que tu equipo salga goleado de este tipo de partidos, aunque sea humillante, es algo que la gente ya asume antes de ir al campo, por lo que hasta perder solo por 1-0 y plantar cara, ya es casi motivo de orgullo. Voy a poner un ejemplo personal, y es que como aficionado txuri urdin, he visto a la Real ser goleado muchas veces por el Real Madrid, y pocas veces he sufrido tanto viendo un partido entre ambos como la victoria por 4-2 de este año de la Real. La respuesta es la misma que llevo explicando, realmente no imaginaba una victoria de la Real, es mas, el partido iba 0-2 a los 15 minutos, por lo que el ver que íbamos ganando, mas el miedo de perder una oportunidad tan buena de llevarse tres puntos, hizo que viviera el partido al borde de un ataque de nervios. Si el choque hubiese acabado 0-5, me hubiese cagado en todo y habría empezado a despotricar sobre la forma de plantear el partido, pero no me habría decepcionado ver ese resultado ya que estaba mas que acostumbrado a verlo. Pero si en vez de eso, el Madrid hubiese remontado el choque a 4-4, si que me habría deprimido, porque aunque el equipo hubiera plantado cara, quedarte con la miel en los labios deja un sabor muy amargo. De esta manera supongo que mi mayor decepción futbolera y la de cualquier aficionado es la que se produce cuando mas expectativas te generas.