Mourinho, precursor del caso Casillas (Foto Marca)

La decadencia de un futbolista es algo inherente al propio profesional. La llamada cuesta abajo viene determinada de forma fundamental por la edad. La vida de los deportistas es muy corta y el desempeño en la cúspide de la élite, aún más.

Sin embargo, el envoltorio con el que se ha intentado justificar la salida de Iker Casillas del Real Madrid, poco o nada tiene que ver con la decadencia deportiva que nos han intentado vender desde ciertos sectores. Es una evidencia que los 2 o 3 últimos años del cancerbero no han estado acorde con el nivel que había demostrado en el resto de temporadas, pero el dedo acusador de cierta parte de la afición y de la prensa mantienen mayor relación con causas externas al rectángulo de juego que otra cosa.

Para entender el caso Casillashay que establecer una “relación” a tres bandas y un punto de inflexión. El detonante no fue otro que la llegada al club blanco como técnico de José Mourinho y el punto de inflexión la conversación o llamada del guardameta a su compañero y amigo Xavi Hernández. Cuando el portugués había establecido como premisa una guerra dentro y fuera del campo contra el FC Barcelona de Guardiola, Casillas sacó la bandera blanca percibiendo que aquella situación se les estaba yendo completamente de las manos. Aquel bombero en semejante incendio, no era lo que el pirómano y los palmeros del pirómano, que veían a aquel como el gurú que podía acabar con la hegemonía azulgrana a cualquier precio, esperaban del capitán del Real Madrid.

Aquellos que no veían más allá del odio hacia el rival divisaron en Casillas al enemigo que tendía la mano al contrario en señal de tregua, tal y como reza el propio himno del club. El técnico expuso públicamente al portero y sólo necesitó el altavoz de ciertos medios afines a su labor de demolición para debilitar la situación del arquero en el equipo. Las filtraciones que siempre han existido y existirán en el mundo del fútbol desde entro del club a la prensa, sirvieron para catalogar al de Móstoles como el “topo” del vestuario. La lesión fue la coartada perfecta; Mourinho tenía vía libre. Los “entendidos” en esto del fútbol añadían que Casillas fallaban los balones aéreos. Habían tardado quince años en darse cuenta. Tras la “exquisita” gestión de la portería del entrenador portugués, llegó Ancelotti, ya con un Casillas dubitativo y a la vez debilitado como capitán del Real Madrid. El italiano fue continuista en sus decisiones y el descrédito del futbolista continuó. El responsable  número uno de todo este despropósito a la hora de gestionar un problema que se le fue yendo cada vez más de las manos a todos, no es otro que Florentino Pérez. La apuesta por Mourinho fue única y exclusivamente suya. El presidente eligió el escenario más embarrado posible, el conflicto, el titular fácil y la guerra dentro y fuera del campo. Fue cómplice de actitudes irresponsables que dañaron la imagen del club y la de un emblema de la institución y lo hizo callando, otorgando una autoridad incuestionable a quien no la merecía ni le correspondía.

Florentino Pérez en el acto de despedida (Foto Sport)

En la despedida del futbolista, el presidente argumentaba que Casillas se iba porque él lo había querido así y lo había decidido de forma unilateral. A veces, las medias verdades son peores que las mentiras. Casillas se ha tenido que marchar del Madrid como un proscrito porque su presidente no ha sabido ni ha querido defenderle en ningún momento y porque cierto sector de la afición y de los medios ven en Casillas al pacificador del enemigo y en el fondo, y no tan en el fondo, echan de menos las guerras mourinhistas porque realmente no les interesa el fútbol lo más mínimo.