Siempre tuvo pinta de ser un jugador especial. Derrochaba clase desde muy joven. Siempre el eje de sus equipos en las categorías inferiores tanto del Atlético como de la selección. Para la historia quedará aquella línea de tres mediapuntas de los sub-19 (campeones de Europa) y sub-21 formada por Jesé, Deulofeu y Óliver Torres. La prensa deportiva se deshacía en parabienes con madridista y azulgrana (¿Porqué será que no me sorprende?) obviando en gran medida a quien realmente manejaba los hilos de aquella selección, el atlético.
Subió a primera plantilla del Atlético en la temporada 2013/14; llegó a marcar, frente al Betis, el gol más rápido de la historia del Atlético pero algo no acababa de encajar: cuando toda la afición esperaba que fuese, desde ese mismo momento, el gran ‘director de orquesta’ que tanto se echa de menos en el Calderón, Óliver no acababa de cuajar.
Tal vez, fuese falta de madurez y/o experiencia; tal vez, las dificultades que presenta, de facto, integrarse en un bloque como el de Simeone; tal vez, demasiadas expectativas puestas en él con apenas 19 años que tenía entonces… Pero el caso es que no acababa de dar lo que el equipo necesitaba o lo que Simeone pedía de él. Y cierto es que no fueron pocas las veces en que perdió su marca defensiva, propiciando la ocasión del contrario y ‘ganándose’ la correspondiente bronca de Simeone.
Y, entonces, llegaron las cesiones: en el mercado de invierno de 2014, al Villareal, una cesión que no dio todo el fruto que debería por las lesiones que sufió. Y el curso pasado completo, 2014/15, al Porto. Y aquí, siendo titular (casi) indiscutible, sintiéndose importante, jugando una competición tan dura como la Champions, es donde Óliver Torres ha comenzado a madurar de verdad.A pesar de que se perdió algunos tramos de temporada por sus frágiles hombros, fue asumiendo semana a semana mayor protagonismo y convirtiéndose en la referencia de los de O Dragao.
Oliver Torres, con la camiseta del Porto (Foto: rtve.es)
Pero, ahora, debe demostrar eso mismo en el Calderón y con Simeone, dos plazas, o dos retos, nada fáciles. El Calderón es un estadio complicado: aunque, desgraciadamente, con la sociedad Gil&Cerezo como gestores, el nivel de exigencia (pre-Simeone) fue nulo, no sería el primer jugador al que le puede el ambiente… Y de Simeone, qué decir en lo referido a la exigencia.
Pero, a tenor de lo demostrado en pretemporada y de su más que posible titularidad en el estreno liguero, Simeone le ve preparado. Y no hay mejor aval que ese.
No pretendamos (que somos muy dados a ello) que de 5 pases de gol por partido ni que sea desde ya el conductor de juego. Pero sí que siga su proceso de maduración y que se vaya, poco a poco, convirtiendo en la referencia del equipo. Y referencia, en dos sentidos: por un lado, que sea el conductor de juego y, por otro, que haga lo que hacía Arda en las últimas temporadas, ser el jugador al que sus compañeros recurran cuando ‘no sepan qué hacer con la pelota’.
Si lo consigue y hasta que lleguen los ‘cantos de sirena’, habrá un problema menos (y muchas soluciones más) en el Calderón.
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