¿ Qué ha pasado en Valencia y en el Valencia CF para que la imagen de Nuno se haya visto deteriorada tan rápida y bruscamente?
La respuesta puede parecer tan simple que resulta complicada de explicar. El entrenador portugués ya cayó de pie en el club che puesto que la gente venía de ver como Pizzi resucitaba a un conjunto moribundo y estaba a punto de meterlo en una final europea. Le había cambiado la cara al equipo y la dirección técnica estaba más que satisfecha con su trabajo pero la nueva propiedad, de la mano del todopoderoso Jorge Mendes, venía con su entrenador de cabecera bajo el brazo. No era otro que un semidesconocido Nuno, cuya única referencia para la afición era haber sido portero del Depor en tiempos más o menos lejanos y técnico del Rio Ave portugués.
Mientras Rufete y Amadeo Salvo permanecían en el club, el poder y el mando en plaza de Nuno no parecía tan fuerte ni consolidado como a la postre se ha demostrado que sí lo era. El público valencianista, fiel y exigente como pocos, se identificó con los rectores valencianistas, con su trabajo, con su manera de hacer las cosas, de mirar por el accionista y por el abonado y de mimar a la afición con gestos como la fan zone y la mejora de Mestalla. El aficionado che aplaudía y animaba a su equipo, la comunión era perfecta y los jugadores agradecían ese aliento constante de los suyos. El ambiente en cada partido era mejor que en el anterior y el objetivo de la Champions se veía cada vez más cerca, con récord de puntos incluido.
Un verano turbulento después, con Salvo y Rufete fuera del club por discrepancias con la propiedad y su manera de hacer las cosas y con Nuno y Mendes por como ejecutaban los nuevos fichajes, el escudo protector que salvaguardaba la imagen del entrenador valencianista, ya no existía. La gente, no sin parte de razón, culpó al técnico luso de su marcha y lo que era un apoyo incondicional, se volvió condicional. La condición son los resultados, el buen juego del equipo, el rendimiento de jugadores jóvenes fichados a precio de veteranos, el uso de canteranos y si todo eso no rueda a la perfección, las palmas se volverán lanzas, los vítores silbidos y las alabanzas se tornarán en críticas.
Es obvio que el juego que practica el club de Artes Gráficas no está enamorando a nadie y no convence ni por lucimiento ni por efectividad, pero en defensa del técnico del país vecino cabe decir también que siguen siendo los mismos jugadores jugando a lo mismo, si bien la diferencia radica en que la pelota, ese misterioso cuero de forma esférica, no alcanza la red con la misma facilidad.
Mestalla ha vuelto a entonar el cántico que ya entonó con Cúper, antes de llegar a dos finales de Champions, con Quique, siendo tercero en liga, y con algún que otro de infausto recuerdo para la hinchada valencianista. Pero no se equivoquen, no es sólo por el fútbol, es por la forma de hacer las cosas, por no ir de cara con los aficionados, por no pensar en ellos más que en sí mismo, por alejarse cada día más de los que son su mejor apoyo, por repetir una y mil veces el mismo argumento esperando que la reiteración lo convierta en verdad de ley.
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