En una reciente entrevista a un entrenador de fútbol español, que se encuentra trabajando en un equipo de la India, donde el fútbol es un deporte reciente, pero en auge; este confesaba que la gente iba al estadio en masa a ver los partidos de su equipo, pero que aún no eran capaces de sentirlo tanto como para llegar a animar a su equipo o proferir cantos alentadores que llevaron al equipo en bolandas hacia la victoria. No tenían interiorizada la cultura futbolística de arropar al equipo, simplemente lo veían como un espectáculo al que asistían y que disfrutaban viendo. Recientemente, en la Premier League, un suceso nada agradable ha salpicado la competición, donde un jugador del Chelsea, Diego Costa, ha sido sancionado con tres partidos por su actitud violenta durante el partido que enfrentó a su equipo con otro conjunto londinense, el Arsenal de Arsene Wenger.
Entre estas dos actuaciones de la India e Inglaterra existe un punto intermedio, o más bien debería existirlo, algo parecido a lo que el señor Tebas intenta implantar mediante la “dictadura de la multa”. Sin embargo, no es razonable que sin comerlo ni beberlo el club haga frente a una sanción, que dependiendo la gravedad de los insultos oscilará entre X e Y, porque a un grupo de personas, de dudosa educación y respeto hacia los demás, se le antoja insultar a los jugadores del otro equipo. Creo que somos muchos, y más de uno, los que ocupamos nuestros asientos en un estadio para disfrutar del fútbol, del espectáculo, de la magia de los jugadores del equipo del que se sienten los colores, pero que no le faltamos al respeto a los jugadores rivales. Cuando los aficionados comienzan alguna mítica canción para alentar al equipo, el estadio a una se suma al esperpéntico canto, y dependiendo de su capacidad, varios miles de personas se dejan la voz en tan heroico grito de guerra. Sin embargo, cuando el fin es proferir insultos a un jugador, no se suman todos los aficionados.
Tampoco las conductas de los jugadores deben tomarse a la ligera, ¿Se acuerdan ustedes de la patada de Cantona a un aficionado por haberle insultado este? ¿Quién es culpable, aficionado o jugador? Ambos. Los insultos, no deben formar parte del fútbol, ni mucho menos la violencia por parte de las estrellas que practican el deporte rey, y que tanta influencia tiene en los jóvenes. Muchas veces, cuando vamos a un estadio, y escuchamos al señor de al lado insultar, pensamos, que tal vez, todo sea cuestión de educarnos con ciertos valores, de respeto. Pero claro, es muy difícil, asique, mientras tanto, tendremos que seguir viendo como los clubes pagan la mala educación de sus aficionados más con multas.
Tampoco defiendo que ir al estadio sea como ir a misa, y se mantenga silencio hasta que hable el “speaker” y ver el encuentro como si de una obra teatral se tratase. Hay un término medio, que todos conocemos, pero que a muchos se les antoja pasárselo por la torera, excediéndose muchas veces. Lo de las bengalas en el partido de Champions que enfrentó en el Vicente Calderón al Atlético de Madrid y al Benfica es un ejemplo más. ¿Por qué vamos a molestar a familias e incluso niños que disfrutan del partido pudiendo en el peor de los casos provocarles daños por culpa de unas bengalas? Muchos aparentan ser civilizados hasta que usando como pretexto el fútbol, le abren la jaula a su mala educación. No es más que eso, valores y respeto, señores.