Declaraciones desafortunadas, coqueteos varios y un enfado del madridismo. Esto es lo que ha suscitado esta semana Cristiano Ronaldo con sus últimas intervenciones y gestos públicos. Cristiano nos vuelve a mostrar su cara más desagradecida e incluso más inconsciente. Un jugador de su calibre, de su experiencia y sobre todo con su liderato debería de velar por la tranquilidad del club -de su club, el que le paga- y de sus aficionados. Una tranquilidad que pocas veces nos envuelve y que cuando lo hace los propios jugadores se encargan de destrozarla.
El ejemplo de Cristiano Ronaldo es el claro ejemplo de la órbita en la que viven todos los futbolistas. Acostumbrados a tenerlo todo, promovidos por su propio ego, obviando el sentimiento de los demás. Un reino donde brilla el egoísmo, la inmadurez y el dinero por encima de los sentimientos de los que con nuestro esfuerzo y pasión hacemos que ellos estén donde están, en la élite.

El problema no es un fallo en un momento dado o una declaración fuera de tono. El problema es que cada “x” tiempo amenacen con largarse para pedir más dinero, minutos o porque están tristes. El problema, y hablando en plata, es que a veces actúan como auténticos niñatos en lugar de actuar como profesionales como se presume que lo son.
No les queda claro a esos que exigen minutos sin merecerlos o que especulan con su futuro en el club más grande del mundo -para sembrar el miedo y obtener así un reconocimiento, que posiblemente tampoco se merezcan- que el Real Madrid está por encima de ellos, de todos. Que dejen ya de jugar con los aficionados y sus sentimientos, hay que decir ya está bien a estos chantajes públicos inconcebibles.
