Ter Stegen

Portero-delantero, expresión que usaba en mi tierna infancia jugando al fútbol en cualquier terreno con 2 porterías. Desafiar al orden establecido, marcar gol desde otro campo, recuerdos de fútbol propio de videojuego. Sin embargo, a principios de los 90 resultaba poco usual ver porteros que combinaran demostrando grandes cualidades para esa misión. Su objetivo era básico y simple: parar goles e intentar detener lo casi imposible. Nadie se planteaba en ese momento al portero como futbolista de campo. Los entrenadores detestaban esa posibilidad y era una preocupación menos en la cabeza del guardameta.

Sin embargo, aparecieron casos algo particulares (Higuita, Jorge Campos o Chilavert). Algunos técnicos empezaron a pensar que el portero debía implicarse algo más en el juego colectivo. Pep Guardiola dio otro paso más al frente y expresaba públicamente la necesidad de jugar bien el balón con los pies desde el portero al último jugador. Este avance ha sido beneficioso para los equipos ya que tenían otra solución para superar la presión asfixiante de los rivales. No obstante, al ser el último escollo antes del gol, cada fallo del portero supone problema de amplia magnitud. En esta parte de la historia, posiblemente algunos recuerdan fallos de Valdés con Villa cuando el delantero militaba en el Valencia.

Ter Stegen arriesga demasiado en cada jugada y Balaídos posiblemente cambiará en cierto grado su forma de jugar. Beñat avisó hace algunos meses de la factura que puedes afrontar si cometes error en el principio de la jugada. Supone valor añadido para los compañeros siempre que no prometa la posesión realizando pases en situaciones desfavorables. Además, Pablo Hernández o Aspas detectaron las acciones temerarias del meta y presionaron cada balón que llegaba a sus botas. Relajación, confianza extrema en sus posibilidades, la receta acabó siendo plato de complicada digestión para su equipo. Además, sorprende que siempre buscara a Sergio Busquets teniendo otro futbolista con genial salida de balón como es Piqué.

El pulso que mantuvo con la directiva finalizó propiciando la salida de Bravo. Ter Stegen, apuesta de futuro en la que pone su destino el Barcelona, tuvo ayer una clase especialmente dura sobre las consecuencias de tomar decisiones malas. Seguramente, el problema no está en la idea sino más bien en la ejecución. Al ser el último hombre no debe tomar riesgos innecesarios que se pagan sufriendo gol. Pablo Hernández y Aspas tardarán en olvidar aquella noche de locura en Balaídos. Ter Stegen, también. No hay otra forma de aprender en la vida que fallando. La pregunta es: ¿Cuántas veces caerá en la misma piedra?