Carlos Henrique Raposo es un exjugador brasileño, que se convirtió en leyenda ¡Sin saber jugar! Más que futbolista, fue un gran actor. ¿Cómo llegó a la cima sin tocar la pelota?

Carlos Henrique Raposo nació en Brasil en 1963, y creció en Rio de Janeiro en una familia humilde. Veía en el fútbol una oportunidad económica. Eso si, era un deportista limitado…

Atraído por la “buena vida”, quería vivir como un futbolista, pero el deporte no le interesaba.

En lugar de entrenarse, frecuentaba los mejores boliches de Rio, en búsqueda de convertirse en un futbolista de elite. Una noche, conoció a Mauricio de Oliveira Anastácio, exjugador del Botafogo y representante de futbolistas. Se llevaron bien y se convirtió en su representante.

Le preguntó un poco en broma -y un poco en serio- si podía convertirlo en un futbolista de elite. 

El primer paso fue apodarlo. El Káiser, por su supuesto parecido a Franz Beckenbauer

Con su carisma, convenció a todos de éxitos deportivos que no ocurrieron.

Entre ellos, que fue campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental en 1984 con Independiente. 

¡Y tenía con qué probarlo! A todos les mostraba una minúscula foto del Rojo campeón, que tenía los nombres de los jugadores en la descripción…

¡Él decía que era Carlos Enrique! Tenía un nombre casi idéntico al jugador argentino, y se defendía diciendo que le habían escrito mal el nombre.

Así, se ganó su primer contrato en el Botafogo, donde no disputó ningún partido.

Su plan era pasar poco tiempo en cada equipo para evitar las sospechas. Así, en sus carrera, pasó por 9 equipos, muchos de ellos, los principales de Brasil.

Su método era similar en todos los clubes. Se tocaba las pantorrillas y fingía lesiones en los entrenamientos para irse a la enfermería y pasar fuera del campo la temporada. Según afirmó en Globo Esporte, le pedía certificados médicos a un dentista amigo. Y así pasaba el tiempo…

Una vez que cobraba lo acordado, dejaba el club y aguardaba ser contratado por otro. Así, de Botafogo pasó a Flamengo.

Aún sin jugar, tenía métodos para sostener su engaño y atraer a otros equipos a ficharlo. Llegó a pagarle a periodistas para aparecer en los medios.

 

Con su carisma quedaba siempre bien parado. Allí también filtraba ofertas inexistentes de gigantes europeos.

En una época que pocos tenían celular, él llevaba el suyo -de mentira- a los entrenamientos y simulaba tener conversaciones telefónicas con clubes por su fichaje.

Incluso, se sacaba fotos con camisetas de equipos, como el SV Wacker de Alemania, inventando que querían sumarlo a sus filas.

Tras marcharse del Flamengo, el Puebla FC de la Primera División de México compró su pase. Tras 0 partidos, se marchó al fútbol estadounidense, donde fichó por El Paso Patriots pero jamás debutó.

Luego, llegó al Gazélec Ajaccio de Francia por un contacto, lo cual significó su llegada al fútbol europeo. Impresionante para un jugador que jamás había tocado un balón.

Allí no ingresó a la cancha, pero tuvo que patear frente a miles de fanáticos en su presentación: un entrenamiento abierto. En lugar de mostrar sus escasas habilidades futbolísticas, pateó las más de 50 pelotas que había a los hinchas mientras besaba el escudo de la camiseta.

Los hinchas se emocionaron y llevaron las pelotas de souvenir. Raposo recuerda que no le quedó ni un balón al club. Incluso, durante su estadía en Francia, periodistas amigos publicaban notas de que Raposo era un goleador, lo cual nadie verificaba por la falta de tecnología.

En 1989, cuando regresó a Brasil, fue al Bangú. El periodista Gustavo Londeix, investigó para Clarín que Raposo le dio dinero a un alcanzapelotas para que fuera a la presentación junto a su familia.

Cuando Castor de Andrade, propietario del club y líder de la mafia de Rio de Janeiro escuchó el coro, se convenció de que había traído a un astro.

Sin embargo, su mentira estuvo por caer. Mientras Coritiba se imponía por 2-0, el entrenador de Bangú lo hizo entrar en calor, pues debía entrar a la cancha por orden de Castor de Andrade, a quien no se le discutía nada.

En ese momento, vio que unos hinchas estaban gritando contra el equipo, por lo que fue a pelearse con ellos. ¿El resultado? Se fue expulsado antes de entrar.

Según reconstruyó el periodista Pablo Planas en Mundo Deportivo, el Káiser le dijo al entrenador que la vida le había dado un padre biológico y otro más (en referencia al DT), y que no permitiría que le digan ladrón ni que era malo, “eso es lo que dijeron los hinchas de usted”.

El entrenador lo abrazó, le dio un beso y convenció a la dirigencia para que extendieran su contrato, que finalizaba en pocos días, por seis meses más. Tras marcharse del Bangú, pasó por Fluminense, donde jugó por pocos minutos. También pasó por el América y por el Vasco Da Gama

En el Vascão, tras meses de lesiones que ningún médico podía curar, contrataron a un curandero. El Káiser le ofreció más dinero, y este dijo que era una estrella, pero que algo del más allá lo lesionaba.

No hay registros de cuántos años duró su “carrera”, pero concluí en que aproximadamente 15/16 años. En ese tiempo en el Barcelona, Messi jugó 778 partidos oficiales para el Barcelona, ¡Mientras que Raposo jugó solo 6, y por minutos!

En 2018, Louis Myles dirigió un documental, “Káiser, el mejor futbolista que nunca jugó”, donde relata su historia.

Raposo es muy abierto del tema, y no muestra remordimientos por sus años de vivir una farsa. Por el contrario, se justifica con que los clubes mienten a sus jugadores. Hoy, el Káiser se dedica a ser personal trainer ¿Será verdad?