Un día como hoy, pero de 1983, falleció Mané Garrincha. Es recordado como uno de los mejores futbolistas de la historia, parece que no era un tipo muy brillante.
Manuel Francisco Dos Santos nació el 28 de octubre de 1933 en Rio de Janeiro, Brasil. Sus hermanos lo apodaron “Garrincha” por la especie de pájaro. Este ave que habita en Brasil es muy veloz pero al mismo tiempo muy torpe. Mané Garrincha tenía los pies ligeramente torcidos, escoliosis, y la pierna derecha seis cm más larga que la izquierda. Además, de niño sufrió la polio, que le agravó todas sus condiciones. Aún así, se convirtió en uno de los mejores regateadores de la historia.
Corría el año de 1958, y para la cita mundialista de Suecia, y como no podía ser de otra manera, Vicente Feola lo convocó para la Selección. Era un crack total y la rompía en el Botafogo. Eso si, la Federación Brasileña decidió innovar y al equipo del trabajo sumó al psicólogo João Carvalhaes para evaluar el estado mental y trabajar junto a los futbolistas para mejorar el rendimiento grupal. Sin embargo, parece que las cosas no fueron bien con Garrincha… El doctor dijo que tenía un coeficiente intelectual muy bajo y que debía se dejado a un lado del equipo. Dicen que sus palabras fueron que tenía “botellas en lugar de cerebro”. Cuentan que Didí y Nilton Santos, compañeros de Mané en el Botafogo y en la Selección, lo convencieron para que viajara igual ¿El argumento? Cumplía con lo que tenía que cumplir: Jugar bien a la pelota.
Y así llegaron a Estocolmo. Ahí, Garrincha, que era una figura total del equipo, se fue a una tienda de electrónicos y se compró una radio para escuchar su programa favorito. Parece que para la época era un aparato muy sofisticado, y lo presumió enfrente de todos sus compañeros. Todos lo felicitaron, menos Mario Américo, el masajista de la Selección, que era un vivo bárbaro…
“¿Usted habla sueco?”, “no”, le contestó Garrincha. “Y entonces, ¿Cómo la vas a usar?” le contestó, diciéndole que hizo un pésimo negocio. El jugador prendió la radio y, obviamente, todos hablaban en sueco. Así, Américo consiguió que le vendiera el aparato por un precio muy bajo.
Más allá de esta anécdota divertida, Brasil se llevó todo el protagonismo. En Suecia, lograron su primera Copa del Mundo, y además, todas las luces se las llevó un pibito de 17 años, que le decían Pelé.