Dónde quedan los futbolistas sin marcas en las zapatillas, sin marcas en la ropa, los que no conducían ferraris, ni lucían tatuajes, ni un yate en la costa.
Aquella Quinta del Buitre, el Super Depor, el Dream Team, el Sevilla de Maradona, el Valencia de Romario, el doblete de Gil.
Cuando los goleadores de moda no salían en portadas de videojuegos, haciéndose llamar Manolo, Cuco Ziganda, Paquete Higuera o Javi Moreno.
Esos momentos donde la cantera importaba más que el talonario, aunque siempre hubo fichajes de guerra, como Denilson, Tren Valencia, Prosinecki o Secretario.
Y en la radio, se narraban más de cinco partidos a la vez y lo mismo se cantaba un gol en Las Gaunas que el empate en Mendizorroza del Alavés.
Ya los balones no peinan las calles, no se ve fútbol por la ventana, atrás quedaron los niños que corrían en el parque jugando a ser Van Basten, Cruyff y Santillana.
Esos domingos emocionantes con protagonistas tan llanos, como eternos.
Antes se le llamaba fútbol y ahora sigue siendo fútbol, pero moderno.