A muchos les resulta complicado nombrar a Xavi sin que se le venga a la mente Iniesta, y viceversa. A todos diría yo. Es indiscutible la incisión que han tenido ambos en los éxitos del Barcelona en los últimos años y posiblemente sin este binomio fantasioso tales éxito jamás hubieran llegado. Están a punto de cumplir la década jugando juntos, la mayoría de esos años jugando a la vez en el campo, y este año sólo han jugado el 42% de los minutos juntos. Esto de las estadísticas y demás parafernalia le trae sin cuidado a un Gerardo Martino que ha hecho de la meritocracia la base de su empresa.
En el mundo del fútbol, sobretodo en España, hay un pánico cuasi cómico que sobrepasa cualquier frontera a “jubilar” jugadores con galones. Lo vimos con Casillas, lo ratificamos con Xavi y la guinda la puso Puyol. Es pecado capital dar palos a aquellos jugadores que lo han dado todo y lo han ganado todo con su club. La hoguera es poco menos que un premio para todos los que osamos decir que un jugador está mal cuando, en realidad, está mal. La Santa Inquisición defensores de estos futbolistas que atesoran muchos galones pero pocos balones en la actualidad, no recula un ápice ni cede el mínimo paso ante tal escoria que hoy presento.
Ya vimos lo que pasó en el Madrid, había un señor llamado Iker Casillas que se había hecho un nombre indiscutiblemente en la historia del club merengue pero que llevaba un par de años cantando baladas al viento. Su condición de mito en el club, peso pesado en el vestuario y Dios en la afición y prensa le dio cuartel para no tomarse los entrenamientos como sus compañeros; hasta que llegó el odiado Mourinho. Ese personaje que tuvo el valor que no tuvieron los últimos 3 entrenadores de dar un toque al auténtico y único ser superior del Madrid relegándole un par de jornadas a la banca y que por ello sufrió la persecución más mezquina y lamentable jamás vista en la prensa. Mourinho actuó y la prensa lo mató, por el simple hecho de no poner en el campo a aquél que por algunas razones poco éticas, más les interesaba. Luego llegó Ancelotti y se dio cuenta de qué iba el cuento, dio la razón a Mou y siguió relegando a Iker al banquillo. Pero Carlo no se sale del guión en rueda de prensa y a éste no le crucificaron.
Queda claro lo complicado que es sentar en España a un peso pesado. Martino llegó a Barcelona y se tapó los oídos previendo el panorama, dio el golpe encima de la mesa y dejó claro: aquí mando yo. Vio a sus jugadores y creyó que para lo que él quería jugar –y lo que demandaba la presión catalana- , no podía juntar a dos interiores de largo recorrido: véase Fàbregas, Iniesta, Sergi Roberto, Alex Song o Dos Santos. Martino sabía que necesitaba a Xavi para compensar ese desequilibrio que se produciría juntando a dos interiores tan dinámicos y sobre todo para sacarles el máximo partido ofensivamente, que posiblemente sea su mejor faceta. A partir de ahí fue probando y el mal inicio de Andrés decantó la balanza a favor de Fàbregas, que por el contrario había arrancado francamente bien.
La meritocracia es más simple de cómo la enfoca la mayoría. Iniesta elevó su nivel en el 2014 pero Fàbregas mantuvo el suyo, Andrés no tenía sitio.

Andrés es una vaca sagrada en Barcelona y con muchísima razón, pero el Tata ha movido, cambiado, mezclado y finalmente comprobado que su idea de juego requiere más un Fàbregas que un Iniesta: un interior que te aporta proyección rápida (importantísimo esto en la idea de Martino), distribución coherente, último pase, desborde y gol, mucho gol. Quizá tenga razón, dejemos trabajar a Martino que demasiadas tablas atesora ya.