Hace 40 años, un artículo por encargo para el especial de Deportes de los lunes cambió para siempre la historia del Real Madrid. Se trató, por supuesto, del texto de Julio César Iglesias, Amancio y la quinta de El Buitre, donde se atrevió a espetar a Di Stéfano que abriera la puerta a cinco chavales que la estaban rompiendo en el Castilla.

Los blancos llevaban cinco años sin conquistar La Liga y el equipo estaba falto de imaginación, por lo que la irrupción de aquella generación que marcaría una época no pudo ser un riesgo más acertado.

Hoy, el club de Chamartín no vive una situación semejante a 1983, pero sí tiene en su plantilla una serie de jugadores que, por talento, juventud y ausencia de complejos, bien recuerdan a los de La Quinta. Hasta esta campaña les faltaba un líder, un futbolista con estatus que cayera de pie en el Bernabéu y fuera capaz de ganarse su aliento y admiración: Jude Bellingham. El inglés, sin imaginar todavía el peso que recae sobre sus espaldas, ha llegado para encabezar una Quinta con Vinicius, Rodrygo, Camavinga y Valverde.

Real Madrid: Con Bellingham pero sin un goleador | Marca

Fuente fotografica: Marca

Se podrá decir que carecen del pedigrí que otorga haberse criado entre los campos de la Ciudad Deportiva. O que El Buitre y compañía eran todavía más niños que Bellingham y sus coetáneos (94 años frente a 111). Pero, de lo que no hay duda, es de que la coincidencia entre ambas generaciones es el elemento fundamental: Jude, Vini, Rodry, Cama y Fede, al igual que Butragueño, Míchel, Pardeza, Martín Vázquez y Sanchís, tienen “una quinta marcha más” (como dejó escrito Iglesias); son especiales con la pelota en un fútbol donde el tacticismo se vuelve a imponer.

También, y no es dato menor, ambas Quintas cuentan con el privilegio de haber crecido al lado de veteranos que, sencillamente, son jugadores de época. Si Butragueño y los demás se impregnaron del ADN madridista de Santillana y Juanito, Bellingham y cía sólo tienen que atender a las masterclass de Modric y Kroos, dos emblemas a los que habrá que ir midiendo para colocarles una estatua en el nuevo Bernabéu.

Bellingham, cuyos número están desarbolando todas las estadísticas de cualquier recién llegado, tiene que aprovechar el halo ganado con el graderío blanco, que incluso rememora a los Beatles cada vez que consigue un gol, para, al igual que Butragueño, ser el santo y seña de una generación llamada por la historia. No es canterano, de acuerdo, pero su rápido acoplamiento demuestra que, cuando la cabeza sonríe a la razón y el corazón al escudo, nadie mira el DNI de sus ídolos.

El Real Madrid no espera, pero encumbra como nadie. Ha nacido La Quinta de Bellingham.