Corría el verano de 1996. El Atlético de Madrid acababa de conquistar un doblete histórico de la mano de Radomir Antic y la República Checa había deslumbrado al mundo con una generación de futbolistas cuasi-desconocidos, que sólo cedieron ante Alemania en la final de la Euro’96.
 
Mientras los grandes de Europa se lanzaban cual buitres a por los máximos exponentes de aquella generación (Berger, Poborsky, Smicer, Nedved…), Radomir Antic, en su afán de reforzar al Atlético, solicitó la incorporación de Radk Bejbl, mediocentro de posición en aquella selección checa y, posiblemente, a ojos del aficionado, el futbolista más gris de aquella selección.
 
Jugó cuatro años en el Calderón y, siendo francos, nunca fue un futbolista muy querido por la grada. Se dejaba el alma en cada partido, eso es cierto, y recuperaba muchos balones pero no era ningún genio, después, en la distribución de la pelota. De hecho, corría por el Calderón el chascarrillo de que “Bejbl necesitaba recuperar tantos balones para, después, tener balones para perder”.
 
No obstante, después de verlo jugar domingo tras domingo en el Calderón, si que he de reconocer algo: este tipo de jugador “equilibra” los equipos, rara vez pierden la posición  aunque el resto del equipo esté totalmente desorganizado y sirven siempre de “apoyo” para aquél compañero que está en apuros.
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Ya hablaba en este mismo espacio hace un par de semanas de los jugadores coninteligencia táctica. Este tipo de mediocentros lo suelen ser, entienden bien el juego y, como consecuencia de ello, están (casi) siempre en el lugar adecuado y se suele decir que “abarcan mucho campo”. Pero esto no es porque corran más que los demás (que, en algunos casos, también) sino porque su talento les hace anticiparse a lo que va a pasar en el terreno de juego un par de segundos después y actuar en consecuencia. El chileno Gary Medel, hoy en el Inter de Milan, es un excelente ejemplo: cubre una cantidad enorme de campo y da la impresión de jugar mejor sólo en esa posición que acompañado, es decir, lo del doble pivote va poco con él.
 
Si a todas estas reseñadas virtudes (posicionamiento en el campo, sacrificio defensivo, inteligencia táctica…), sumamos el hecho de que, una vez recuperada la pelota, sepan lo que hacer con ella, tendremos el retrato-robot del mediocentro de posición ideal.
 
Y el ejemplo perfecto de este raro espécimen es Xavi Alonso. El tolosarra cubre campo, recupera, rasca sin que le vean (otra gran virtud), sirve de apoyo al compañero, pasa en corto y, llegado el momento, es capaz de dar un pase en largo que bata varias líneas de presión del equipo rival.
En un mundo, éste del fútbol moderno, copado por dobles pivotes (y hasta trivotes),hay jugadores capaces de desempeñar solos ese rol. Como fue siempre. (¿Dónde habrán quedado esos mediocampos en rombo con un solo medio de posición y un media punta cercano a los delanteros?) Como debería seguir siendo.