Querido Papa:
Hoy vengo a darte las gracias. Por
enseñarme todo acerca del deporte que antes desconocía, y ahora me
apasiona. Por darme libertad para elegir el equipo al que quería
defender, aunque luego yo siguiese tus pasos. Por ser como yo y no
importarte de donde o de que categoría sea el partido: hay pelota y
árbitro, se ve. Gracias por hacer el esfuerzo y llevarme donde fuese
necesario para ver a Ronaldinho. Y más tarde, por intentar, aunque
no jugara aquel día, que viese a Messi. Nunca entendí que no me
dejases jugar al fútbol, aunque siempre creí que lo hacías
por protegerme (porque mira que era malo), aunque te doy las gracias,
porque si hubiera tenido que entrenar y jugar tanto, me habría
perdido muchos otros partidos que he visto contigo. Me compensa.
![]() | |
|
Hoy te confieso,
que tengo una espina clavada que jamás podré quitarme: no haberte
visto en tu juventud como portero, el mejor que habían visto en
mucho tiempo decían, y que tuvo que dejar lo que le gustaba para
centrarse en mi madre y mi hermano.
Cuando miro hacia
el futuro, pienso en que me gustaría seguir pasando mis momentos
futboleros contigo, y que cuando tenga hijos, los pases con nosotros.
Ese sería uno de mis grandes deseos. Siempre te estaré agradecido
por todos los momentos y experiencias que, con el fútbol como telón
de fondo, me has permitido vivir. Y aún nos falta una gran
experiencia juntos: visitar el Camp Nou. Y eso, estoy convencido de
que será pronto.
Feliz día del
padre.